Esperanza

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De repente, cuando todos los corrillos cofradieros parecían impregnados de un cierto aire de desencanto, decepción e incluso enfado a veces mal contenido, ha vuelto a reverdecer la Esperanza. Quedan relegados a un segundo plano los dimes y diretes, las murmuraciones, los pulsos entre hermanos y los desaires de quienes castigan con destierro la entrega y generosidad de su gente.

Una mancha de aceite se extiende por toda la ciudad. Qué importa ahora saber de dónde partieron los rumores o quién animó el primer comentario. Lo cierto es que el aceite impregna ya a todo el Jerez cofradiero. Y siempre será mejor mancharse con asuntos que ilusionan que hacerlo con otros que sólo siembran desazón, cuando no cizaña.

La coronación canónica de la Esperanza de la Yedra va a ser una realidad. No sé si ese rumor que corre de boca en boca y que apunta al próximo sábado como fecha de anuncio oficial va o no a confirmarse. Poco importa el día que el prelado elija para confirmar lo que todo el mundo sabe. Poco importa si la Reina de la Plazuela va a ser coronada este año, el otro o el de más allá. Importa que será, pero no cuándo ni cómo.

Importa que se asuma el hecho como próximo, cercano y real, porque esa es la fuerza de la virtud teologal que la Plazuela abandera con orgullo desde hace casi tres cuartos de siglo. No se espera algo que se tiene en la mano, sino aquello en lo que se cree de veras aunque no se vea. Y mucha gente ve a la Esperanza coronada con los ojos del alma y el corazón.

Andan los cofrades de Jerez necesitados de que repiquen campanas por aquellas que hace poco doblaron. Y en la Plazuela hace mucho que se confunde el tañer de los metales porque su gente sólo entiende de alborozo, quizá por aquello de saberse reconfortada de manera permanente por su Esperanza.

Quizá haya llegado ya el momento de que el sentir de este pequeño rincón de la ciudad se traslade a todos sus confines. Y para que ello ocurra ni siquiera va a ser necesario que el próximo sábado se anuncie lo que muchos esperan. Y no va a ser necesario porque todavía no se ha anunciado la buena nueva y el ánimo de los cofrades ya parece haber cambiado. Eso es Esperanza. Saber que algo va a ocurrir aunque no haya ocurrido. Verlo con los ojos del alma y el corazón antes de que se vea. La Esperanza va a ser coronada, aunque aún no se sepa cuándo.

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