Es tempranito en esta casa de locos. La Isla se va despertando poco a poco y la actividad se va apoderando de las oficinas, de los comercios y de las casas. La locura no nos impide sentir el placer que desprende el olor a pan, porque deben ustedes saber que lo primero que entra en el manicomio es el pan.
Mientras los cañaíllas van desplegando los brazos y saliendo de su sueño, ya Lolo lleva muchas horas al pie del cañón para que los cálculos del pan que va a repartir le cuadren a la perfección. Cualquier fallo en el reparto se nota mucho más que en otros alimentos. Lolo conoce la tierra que pisa y sabe de su condición humana, pero al mismo tiempo se debe sentir revestido de un don especial que lo transforma en enviado del Padre celestial, al que muchos labios le piden que no nos falte el pan nuestro de cada día. Sin embargo, nada llueve del cielo, sino que tiene que haber manos que lo fabriquen y nos lo pongan en la mesa.
Ahora Lolo está muy contento porque celebra las bodas de plata de su empresa. La cosa tiene miga, nunca mejor dicho, pero veinticinco años, contados día a día, son muchos golpes en el cerebro y un sin fin de preocupaciones. El milagro de la multiplicación de los panes fue eso, un milagro complicado de repetir; quizás el de los peces fuera más fácil. Pero el pan hay que moldearlo pieza a pieza y preocuparse de que llegue a los destinos más variopintos. Y ahí está Lolo. Siempre se ha dicho eso de que es más bueno que el pan, porque el pan se sale de bueno; pues Lolo, que pasa la vida acompañando al pan, debe ser un muy buen hombre por aquello de Dime con quién andas y te diré quién eres. Por eso es trabajador incansable, responsable, negociador, buena gente, alegre, amigo de sus amigos y sobre todo comprometido con las cosas de su Isla.
Es una obsesión la que lo atrapa cuando piensa que el día de los Reyes Magos pudiera haber algún niño sin juguetes. Desde la Asociación de Reyes Magos hace todo lo posible para que eso no ocurra de ninguna de las maneras. Su vida ha sido siempre muy activa. Fue en su tiempo un amante de la música y de los teclados. Hoy ocupa el cargo de Relaciones Públicas de la Cofradía Gastronómica Isleña Los Esteros.
La dedicación al negocio del pan le viene de familia, pero ese no es un traspaso automático y hereditario, sino que requiere sudor, entrega y cariño, que son las cosas que Lolo le ha añadido a la blanca harina. Y no está la cosa como para cantar victoria, porque todos los precios se están subiendo a las nubes y la cuesta se va haciendo cada vez más difícil. En el manicomio podemos pasar sin pastillas y sin decir pamplinas, pero nunca sin pan. Y no voy a entrar en el tema de los picos, porque desde Rubiales el asunto de los picos está maldito, pero debo decir que los picos de Lolo no tienen nada que ver con el fútbol y se salen de crujientes.
Este loco quiere felicitar a Lolo Bernal por esos 25 años de dedicación al pan, el alimento más sagrado que el hombre amasó con sus manos desde los tiempos más remotos.
D. Manuel Bernal: que tu empresa siga viva muchos años más, y que tú, lo vemos todos en tu cara, sigas disfrutando de la vida y de tu trabajo. Enhorabuena.
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