¿Qué hay de cierto en los insistentes rumores de crisis que han perseguido a Tamara Falcó e Íñigo Onieva en los últimos días? Según su entorno cercano, nada de nada. La pareja, que en apenas dos días celebrará 7 meses de casada, está tan enamorada y unida como el primer día, y si no han salido a desmentir la supuesta bronca que protagonizaron hace unos días en un restaurante de Madrid, es porque prefieren no dar más bombo a este asunto.
Sin embargo, algo raro pasa, si no ya entre el matrimonio, sí a la marquesa de Griñón, que mantiene un discreto perfil mediático desde que comenzaron las especulaciones. Y, aunque se insiste en que no hay crisis, lo cierto es que los movimientos de Tamara en los últimos días han sido de lo más llamativos.
Mientras Íñigo, volcado en sus negocios -ultima los detalles de un proyecto de hostelería que verá la luz esta primavera- continúa en el domicilio conyugal, el ático que compró la socialité en 2020 y al que se mudaron hace unos meses, la hija de Isabel Preysler estaría a caballo entre su casa y la de su madre, donde habría dormido varias noches en la última semana.
Este lunes Tamara ha regresado a su nido de amor con Íñigo y ha llamado la atención su excesiva seriedad y su actitud ante la prensa. Conduciendo su coche nuevo -que no estaba en casa para recibir cuando se lo entregaron del concesionario- y con su perrita Jacinta en el sitio del copiloto, la marquesa ha entrado directamente por el parquing de su urbanización haciendo oídos sordos a las preguntas sobre su matrimonio. Una actitud esquiva y más hermética que nunca con la que ha dejado claro que no tiene nada que aclarar sobre los rumores de crisis.