"De repente te quedas como: 'Joder, ya no hay cura, no va a haber más controles, ya no va a haber nada'". A Amadeo le invadió una profunda soledad cuando supo que Sonia tenía que pasar a paliativos, pero gracias a sus profesionales aprendió la más valiosa máxima: "Hay un momento en que hay que saber dejarla ir".
Hace siete meses que un tumor agresivo de mama que le fue diagnosticado en 2019 mató a su mujer, "una lección de vida" que obviamente hubiera preferido no tener que contar, pero que lo hace por lo mucho que puede aportar a otras personas que han pasado por lo que él.
Lo hace durante la presentación del II Informe Cualitativo sobre Cuidados Paliativos de la Asociación Española contra el Cáncer (AECC), sintiéndose "afortunado" porque Sonia mantuvo siempre un estado de ánimo "tremendo". "Sinceramente, no recuerdo un solo momento durante la enfermedad en la que en la que ella lo pagase conmigo o con la familia".
También tuvo "la suerte" de que el banco en el que trabajaba le "echó una mano tremenda" para conciliar el cuidado de Sonia, que entonces tenía 48 años, sus dos hijos pequeños y la sostenibilidad económica de la familia. "No quiero ni imaginar -subraya Amadeo- el estrés brutal de quienes no pueden hacerlo".
Otro elemento a su favor fue tener una amiga enfermera de Oncología, que les ayudó "a entender la película, a orientarnos un poco. Fue muy, muy importante", así como toda la atención psicológica que recibieron de la Aecc.
Partiendo de esa base "afortunada" que no todos los pacientes al final de su vida tienen, Amadeo pasa a rememorar el hachazo repentino que fue vivir cómo, de repente, todo se desencadenó: Sonia, que al principio había sentido "la secuela del tratamiento, de un día a otro empezó a sentir la enfermedad con toda su dureza. Ya estaba aquí".
Y así es como se desató la situación más complicada, y fue cuando, una vez la metástasis ya se había apoderado de todo su cuerpo agotando toda clase de terapia, saber que "lo que toca son paliativos". "De repente te quedas como: 'Joder, ya no hay cura, no va a haber más analíticas ni más controles, ya no va a haber nada'".
"La sensación es la soledad", resume entre lágrimas.
Por eso reivindica con fuerza la necesidad de abordar el proceso de final de la vida con un equipo especializado, porque en su caso fue esencial para transmitir a sus hijos, de 8 y 13 años, a "darles el mensaje de cómo iba a ser la marcha de su madre".
Sonia dejó un documento de instrucciones previas firmado en el que plasmó todas sus voluntades, y poder seguir la hoja de ruta que ella trazó le supuso un alivio infinito; por eso anima a hacerlo a todo el mundo cuanto antes mejor porque "quita un eso de encima" al paciente y a sus familiares.
Pero si de algo le sirvieron los equipos de paliativos fue a aprender "hasta dónde tenía que llegar". "Cuando te has pasado 3 años y medio de esfuerzo leyendo, buscando ensayos, formándote, corres un riesgo. Te empeñas, pero te dicen que no, y que te lo digan es importante".
"Hay un momento en que hay que saber dejarla ir. Me siento reconfortado porque pude acompañarla en toda la enfermedad y consolado porque se que se fue como quería, tranquila en paz y sin sufrir. No se que habría sido sin el equipo de paliativos", concluye.
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