Con apenas veinte años, decidió ser escritor. Sus dotes de fino conversador le hicieron brillar en los ambientes literarios, y su hálito de dandi seductor, le ayudó a concebir la existencia de forma apasionada. Tomó parte en las campañas de Napoleón, a quien siempre vería como un héroe, pero la derrota de éste y la consiguiente restauración monárquica, propiciaron su marcha a Milán. Este período (1812-1821), significa el punto de arranque de novelas como Rojo y negro o La Cartuja de Parma, que marcarían su posterior e imborrable acontecer vital y literario.
Ve ahora la luz “Narraciones y esbozos” (Alba Editorial. Barcelona, 2010), que en versión de María Teresa Gallego reúne la totalidad de los relatos stendhalianos -exceptuando las Crónicas italianas- , así como esbozos de las novelas que el autor pergeñó o comenzó a desarrollar, y abandonó luego.
En esta compilación, que recoge un total de diecinueve textos, podemos encontrar auténticas joyas del género, como “El bebedizo”, basado a su vez en el relato “L´Aldultère innocent” de Paul Scarron, escrito casi dos siglos antes, y que Stendhal transpone a situaciones y personajes contemporáneos; destacan también “Vida y muerte de Mina de Vanghel”, antecesora de la novela inconclusa “Rosa y verde”, o “El arca y el fantasma” -ambientada en la Granada del reinado de Fernando VII y cuyo protagonista es un ex guerrillero de la Guerra de la Independencia-; pero hallamos además un buen número de piezas inéditas en castellano como “Anécdota” -quizás la primera obra escrita por su autor, cuando contaba quince años-, “María Fortuna” y “El lago de Ginebra”, y relatos que formaban parte de ediciones ya agotadas.
En todos ellos, existe algo que dota de homogeneidad la ambigua naturaleza del pensamiento stendhaliano: la personalidad romántica, la inteligencia crítica que odia la hipocresía, la exaltación de sus héroes y heroínas, cuya alma es “demasiado ardiente para conformarse con la realidad de la vida” y cuya única razón de existir es la “caza de la felicidad”.
Stendhal, con Flaubert y Balzac, coforma la cumbre máxima de la narrativa francesa del siglo XIX.. Fue un escritor de vanguardia, un avanzado a su tiempo y lo supo, hasta el punto de llegar a afirmar que el reconocimiento de su obra se produciría tardíamente. Si existieron contradicciones en el transcurso de su vida, no ocurre lo mismo cuando nos enfrentamos cara a cara con su elocuente dramatismo, con sus dones más febriles y con su incuestionable magisterio. Sirvan estos relatos como ejemplo de su arte admirable e imperecedero.
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