"¡Vaya discurso!", soltó un diputado de la bancada derecha del hemiciclo nada más acabar de hablar la presidenta del Congreso, Francina Armengol, en la solemne apertura de la XV Legislatura, y no precisamente para alabar sus palabras, sino como expresión de indignación por sus implacables críticas a la oposición.
No iba a ser Armengol la protagonista de la sesión conjunta de las Cortes Generales, presidida hoy por el rey, junto a la reina y la princesa de Asturias, con los nuevos ministros de estreno en el banco azul y el jefe del Estado encomendado a lanzar un mensaje que debía ser significativo ante una legislatura que se presenta bronca y difícil.
Pero su larga exposición ante diputados y senadores, con numerosas referencias a leyes aprobadas por el PSOE y salpicada de reproches a la oposición por "distorsionar" la realidad, ha ido removiendo a los parlamentarios del flanco derecho -PP y Vox- a medida que avanzaba y seguía leyendo, desparramando rumores de disgusto por las bancadas.
Se rompía así el silencio con el que suelen acogerse las palabras pronunciadas en las sesiones solemnes, hoy sin los independentistas catalanes y vascos, ahuyentados una vez más por la presencia del rey.
El que será nuevo portavoz del grupo popular, Miguel Tellado, cruzaba comentarios con el vicesecretario de Institucional del PP, Esteban González Pons, y con la nueva número tres del partido, Carmen Fúnez, algún diputado de Vox lanzaba su brazo en un gesto de desprecio a lo que estaba escuchando y el runrún no paraba.
No le han aplaudido al acabar. Senadores y diputados del PP y Vox se han quedado quietos, inmóviles y serios, mientras los del PSOE y Sumar ovacionaban a Armengol.
Recobrado el silencio mientras se colocaba el atril para que el rey pudiera tomar la palabra se ha escuchado un "¡Vaya discurso!" que ha precedido a las primeras palabras del jefe del Estado, a partir de entonces protagonista y encargado de abrir la XV legislatura.
Sí ha habido silencio absoluto mientras él se expresaba, flanqueado por la reina a un lado y por Armengol a otro, pero los gestos de algunos han sido elocuentes y nadie los habría achacado a la casualidad.
Porque no ha sido casual que la exministra y líder de Podemos, Ione Belarra, en el gallinero de la zona izquierda del hemiciclo, haya dedicado parte de la alocución de Felipe VI a chatear con su móvil, al igual que su compañera Lilith Vestrynge.
Ni era casual su pañuelo palestino al cuello ni tampoco que no hubiera aplaudido a los reyes cuando entraron en el hemiciclo; como no lo ha sido que, al otro lado de la sala, también en el gallinero, los diputados de Sumar hayan restado sus aplausos a los del resto de legisladores, todos puestos en pie, cuando el monarca ha acabado.
Los cinco de Podemos sí se han levantado, pero no han aplaudido al rey, entre los de Sumar ha habido un poco de todo, pero muchos no lo han hecho y alguno, como Txema Guijarro, ni se ha levantado del escaño.
Por parte del PNV, su portavoz en el Congreso, Aitor Esteban, y la portavoz en el Senado, Estefanía Beltrán de Heredia, puestos en pie junto a los demás parlamentarios, tampoco han aplaudido.
Y la nueva ministra de Juventud e Infancia, Sira Rego, de Sumar, ha chocado sus manos desde el extremo del banco azul, pero tan flojito tan flojito y con tan poca gana que era muy evidente su intención.
Salvo estas excepciones, el discurso del rey, quien ha exhortado a trabajar por una España "sólida y unida, sin divisiones ni enfrentamientos" ha sido agraciado con los aplausos de los demás diputados y senadores y miembros del Gobierno, cada uno a su modo.
Casi dos minutos de ovación que el rey Felipe ha agradecido con sonrisas y también gestos -la mano en el corazón, la mano en el pecho- finiquitados por el propio monarca, que ha evitado que se prolongaran demasiado. Así ha evitado cualquier comparación con los cuatro minutos que dedicaron a su hija cuando hace un mes juró la Constitución en el mismo escenario.
Todavía continuaban algunas palmas mientras se retiraba hacia la escalera situada expresamente tras la tribuna para bajar al pasillo del Congreso, seguido por la reina y la princesa Leonor y con los maceros delante, con sus medievales tabardos y mazas al hombro, a quienes solo se ve en las grandes ocasiones.