Desde que Alfredo Landa recogiera, en 1988, el goya al mejor actor protagonista tras convertirse en el bandido Fendetestas en El Bosque Animado hasta nuestros días, España ha cambiado las pesetas por los euros, derrotado a ETA, sufrido una pandemia que supuso la muerte de más de 120.000 personas, contado con cinco presidentes de gobierno y contemplado la abdicación del jefe del Estado, quien renunció al trono a favor de su hijo, hoy encarnado como Felipe VI.
La transformación de la sociedad española en estas más de tres décadas, impulsada fundamentalmente por las nuevas tecnologías, ha generado unos cambios de hábitos impensables cuando José Luis Cuerda rodaba en los bosques gallegos. Esa transformación, una vida más saludable y la mejora de la medicina han hecho que se incremente la esperanza de vida. En 1988, era de 73,5 años, en el caso de los hombres, y de 80,1 años, en el de las mujeres. En la actualidad, es de 81,8 años y 87 años, respectivamente.
Creció la esperanza de vida, pero también el número de habitantes. Entonces éramos 38,7 millones de personas y en la actualidad -a segundo trimestre de 2023- somos 48,3 millones de personas.
La globalización ha causado notables cambios demográficos hasta convertir a España en un país distinto. Los movimientos migratorios han transformado la sociedad española. Entre 1998 y 2007 se produjo el primer boom inmigratorio de carácter laboral, al que se sumaron reagrupaciones familiares. Los extranjeros con permiso de residencia se dispararon en España, aunque no tanto como en otros países de su entorno como Francia, Alemania o el Reino Unido.
Los movimientos migratorios no regularizados también han estado presentes en las últimas décadas, convirtiéndose en un motivo de preocupación de la sociedad española –según el CIS-, además de una situación de tensión extraordinaria en Canarias, Ceuta y Melilla. En este tiempo, encontramos un nuevo concepto, el de la guerra híbrida, con el que Marruecos emplea los flujos migratorios para presionar a España. El máximo ejemplo ocurrió en mayo de 2021. Con el visto bueno de la Gendarmería marroquí, unas 5.000 personas entraron, muchas de ellas a nado, en Ceuta. Fue su respuesta a que España diera tratamiento médico en Zaragoza al líder del Frente Polisario, Brahim Gali. Poco después, el Ejecutivo español cambiaba una de las líneas rojas de su Diplomacia al considerar la propuesta de autonomía de Marruecos respecto al Sáhara Occidental como la “base más seria, creíble y realista”.
Los cambios demográficos no se quedaron en los fenómenos migratorios. La consolidación de la despoblación del mundo rural es una constante desde la década de los 50. La denominada España Despoblada se ha organizado y se revuelve contra esta situación, incluso por la vía política.
Cuando el referente del landismo recibió el goya a mejor actor, Felipe González era el inquilino del Palacio de la Moncloa. Le sucedieron José María Aznar, José Luis Rodríguez Zapatero, Mariano Rajoy y Pedro Sánchez. Todos hombres. Todos de dos partidos políticos (PSOE y PP). Sin embargo, el bipartidismo quebró por obra y gracia de Pablo Iglesias y Albert Rivera. El 15M y el sorprendente resultado de Podemos en las elecciones europeas de 2014 catapultaron a la formación de izquierda. Ciudadanos, por su parte, ocupó el espacio liberal provocando la desaparición de UPyD. El fortalecimiento de la extrema derecha, con el crecimiento de Vox, generó un espectro político distinto en las Cortes Generales.
Ahora, a día de hoy, el escenario es bien distinto. Sin su líder carismático, Ciudadanos ya ha certificado su defunción. La aparición de Sumar, de Yolanda Díaz, fracciona la izquierda y puede condenar a Podemos a la irrelevancia. Vox, por su parte, ha tocado techo electoral y sus crisis internas auguran más pérdidas de apoyo en el partido de Santiago Abascal.
En estos 35 años, el Palacio de la Zarzuela sólo ha tenido dos inquilinos: Juan Carlos I y Felipe VI. En este tiempo, la imagen de la Casa Real se ha visto deteriorada y con ella la Jefatura del Estado. El estado de salud del monarca, hoy rey emérito, pero sobre todo los casos de corrupción que le salpicaron provocaron que abdicara en su hijo, Felipe de Borbón. Asumió el trono el 18 de junio de 2014.
Sin embargo, la noticia más deseada por la sociedad española llegó en octubre de 2011 cuando ETA anunció el cese definitivo de su actividad armada. Seis años después, la organización terrorista confirmaba su disolución. La sociedad española había derrotado a la banda armada tras el asesinato de 850 personas. Hasta llegar a ese resultado, esa misma sociedad vio cómo José Barrionuevo, ex ministro del Interior, y su secretario de Estado para la Seguridad, Rafael Vera, ingresaban en prisión por su participación en los GAL.
España consiguió acabar con la lacra del terrorismo, pero no con la del terrorismo machista. En los últimos 35 años, la sociedad española dio notables pasos en materia de igualdad, pero se ha mostrado incapaz de frenar los asesinatos de mujeres a manos de parejas o ex parejas.
La encrucijada territorial
La declaración unilateral de independencia de Cataluña en octubre de 2017, que anunciaba el establecimiento de una República catalana como un “Estado independiente y soberano”, fue el culmen de una disparatada carrera hacia adelante que concluyó con el no reconocimiento de esa República por parte de ningún país e institución del mundo, con el rechazo del Tribunal Constitucional y con buena parte de los promotores de esa iniciativa y de su referéndum ilegal en prisión, aunque posteriormente fueran indultados. Durante estos 35 años, nacionalistas catalanes y vascos –recordar el Plan secesionista de Ibarretxe- han ido asumiendo más competencias y enarbolando iniciativas para que España, al menos, se convierta en una nación de naciones. Su capacidad de influencia en los sucesivos gobiernos de España es vista con recelo por el resto de autonomías, que reclaman igualdad entre todos los territorios, tal y como contempla la Constitución.
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