Cuánto han cambiado las cosas en treinta y cinco años. Desde aquel primer cierre de El Periódico del Guadalete hasta nuestros días, la profesión periodística -como todo en la vida- se ha visto arrastrada por el avance vertiginoso de la tecnología. Hemos pasado de máquinas de escribir a teclados táctiles, de la tinta a la pantalla y de las rotativas a las redes sociales. En este flujo constante de transformación, es esencial recordar la razón de existir del periodismo: la búsqueda de la verdad. Un motivo que, pese a todo, hoy sigue siendo inmutable.
El comienzo del siglo XXI marcó un cambio fundamental en la forma en que las noticias eran producidas y consumidas. La expansión de Internet y la aparición de los dispositivos móviles llevaron a un desplazamiento gradual de la prensa impresa a la digital. La adaptación de las redacciones a los entornos digitales se convirtió en una necesidad apremiante. Muchos de los compañeros que hoy ocupamos esas mismas redacciones nacimos prácticamente al mismo tiempo que los más veteranos finalizaban sus estudios. ¡Qué cosas! La experiencia de aquellos que se enfrentaron a muchos de estos cambios nos ofrece una imprescindible perspectiva sobre la esencia de una profesióncuyos valores están muy por encima de las nuevas herramientas o las plataformas digitales. Aunque nos separe el papel y el bolígrafo del bloc de notas de nuestro móvil, seguimos teniendo una obligación común: encontrar oportunidades frente a las amenazas para así poder afrontarlas.
Con la llegada de las redes sociales, el periodismo se vio inmerso en una nueva era de la inmediatez. Las redes han abierto un nuevo canal de comunicación entre periodistas y consumidores de información, transformando y acercando la relación entre ambas partes. Lo mismo ha sucedido en ámbitos como la política, donde hay quienes llegan a gobernar “a golpe de tuit”. Nos hemos acostumbrado sobremanera a la primicia en tiempo real y, ante esta realidad, la verificación de la información se ha convertido en un reto constante.
La inmediatez va ligada indudablemente a la desinformación. Uno de los desafíos más significativos de la última década ha sido la incesante proliferación de noticias falsas y bulos en las redes sociales. El periodismo tiene la obligación de ser un contrapeso aesta desinformación y debe narrar siempre hechos completamente verificables. La ética periodística y la responsabilidad en la difusión de la información se han vuelto más importantes que nunca. En muchas ocasiones, incluso con el propio enemigo jugando en casa. “Tú me entiende lo que te quiero decir”, que susurraría El Selu a su compadre Juan.
La nueva generación de periodistas
Si miramos hacia el futuro, la historia se repite y la profesión se enfrenta nuevamente a grandes retos. La consolidación de modelos de negocio sosteniblesen un entorno de noticias digitales lejos del clickbait o del sensacionalismo audiovisualsigue siendo una gran tarea pendiente. Además, la relación entre periodistas, plataformas tecnológicas y redes socialesse encuentra en una permanente y constante evolución. Esto nos plantea muchas incógnitas sobre la propiedad, la distribución de los contenidos o el reparto de funciones en las empresas periodísticas, pero muy especialmente sobre la remuneración justa de los profesionales.La convivencia con tecnologías emergentes como la inteligencia artificial, ahora mucho más universalizada, es también ya una realidad.Nuestros maestros lidiaron con lo suyo y parece que ahora también nos tocará a nosotros. Y es que en un mundo donde la desinformación puede fabricarse y propagarse en cuestión de segundos, la ética periodística se hace más esencial que nunca.
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