En los fangos del río Támesis, que se extienden desde la zona de las mareas, en el oeste de la ciudad de Londres, capital Reino Unido, hasta su desembocadura en el mar, situada en el este, se conserva la historia de este curso fluvial y de las gentes que habitaron la zona desde tiempos pretéritos. Esa historia está presente en los objetos que allí descansan enterrados.
La británica Lara Maiklem está desenterrando y sacando a la luz esa historia, compuesta a su vez por infinidad de historias personales, a través del ‘mudlarking’, la práctica de hurgar en el barro de las orillas fluviales en busca de objetos desechados o perdidos por las anteriores generaciones de londinenses, algunas de ellas de tiempos remotos.
A lo largo de miles de años, las personas han perdido sus posesiones en el Támesis y también han arrojado allí su basura, convirtiendo sus tramos fangosos en uno de los yacimientos arqueológicos más extensos y variados del mundo, y en una conexión tangible con el pasado y el mundo natural en una ciudad caótica, aseguran los especialistas.
Maiklem, una reconocida ‘mudlark (“removedora de lodo”) ha encontrado y desenterrado, desde pedernales neolíticos, horquillas romanas, hebillas de zapatos medievales hasta botones del reinado de los Tudor, pipas de arcilla georgianas, medallas de guerra, e incluso un juguete sexual fabricado en la antigua China.
A los veinte años de edad, esta socióloga, antropóloga, editora y escritora, se mudó desde la granja lechera donde había crecido, situada en Surrey, a Londres, atraída por esa gran ciudad.
Poco después de instalarse en la capital británica, comenzó añorar el ambiente que había conocido y disfrutado al crecer, rodeado por la naturaleza. Entonces el Támesis se convirtió en su lugar de referencia en medio del caos urbano.
Para despejar su cabeza y conectar con un entorno más natural, el acuático, recorrió el río obsesivamente, dando largos paseos por el centro de Londres, y efectuando vigorosas marchas hacia el este, a través de las sombrías marismas del estuario.
UNA BÚSQUEDA FASCINANTE.
En las orillas del Támesis descubrió el ‘mudlarking’ y desde entonces, los días de Maiklem han estado dictados por las mareas, dedicándolos a buscar objetos en los fangos el río.
Es una “búsqueda fascinante de la paz a través de la soledad” y de “la historia de Londres”, recuperando las voces de muchos londinenses que habían sido olvidados”, según confiesa.
En 2012 se convirtió en la primera persona en mostrar el ‘mudlarking’ al mundo en las redes sociales, a través de ‘The London Mudlark’ y lo que comenzó como una actividad anónima para pasar el tiempo atrajo rápidamente a muchos seguidores. En 2022 fue elegida miembro de la Sociedad de Anticuarios británica.
Enfundada en unas botas de goma y armada con una mochila o una riñonera, Maiklem aprovecha las mareas bajas para rebuscar en el barro, en busca de objetos que desecharon o perdieron sus propietarios o tenedores originales.
Miles de ‘tesoros’ descubiertos en los tramos fangosos del Támesis están ahora expuestos en los museos, según explica en su libro ‘Mudlarking’, que reconstruye la historia de una serie de objetos, que abarcan un período de 2.000 años, con la colaboración de expertos del Museo Británico, entre otros.
Maiklem utiliza mapas antiguos como guía para localizar los emplazamientos de los también antiguos muelles, puentes, astilleros, embarcaderos y grandes casas de Londres.
OBJETOS MÁS SORPRENDENTES
Consultada por EFE sobre cuáles son algunos de los objetos más llamativos que ha desenterrado del lodo del río Támesis, Maiklem señala que le siguen sorprendiendo “aquellos que están hechos de madera o cuero, unos materiales orgánicos que se supone que tendrían que haberse podrido en la tierra hace siglos”.
Explica que este sorprendente estado de conservación se debe a que el lodo del río es anaeróbico, lo que significa que carece del oxígeno necesario para descomponer los objetos orgánicos.
Señala que ha encontrado “zapatos medievales perfectamente conservados, horquillas romanas para el cabello hechas de hueso, peines de madera del siglo XVI que se parecen mucho al tipo de peines que usamos hoy en día para los piojos e incluso una tela del siglo XVII que todavía estaba atrapada en un sello de plomo que habría estado unido a un rollo de tejido de lana”.
“El ‘mudlarking’ realmente es lo más cercano a un viaje en el tiempo que puedo imaginar”, confiesa a EFE.
“Agacharte y recoger un objeto que el río ha elegido entregarte, es decir que ha quedado expuesto en el lugar exacto en que tú estás y durante esa marea en particular, y saber que eres la primera persona en tocarlo tras cientos o quizá miles de años, es algo electrizante. Es como darle la mano al pasado”, enfatiza.
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