Cualquier sarao, fiesta o celebración que tuviera lugar en su ciudad, contaba con la presencia de Castañuelas, con su habitual amabilidad y afabilidad era el centro de atención de propios y extraños. Se empeñaba en todo momento en parecer amable, en complacer a todo el que le rodeaba.
Archibaldo era y se sentía alguien tocado por los hados, con excelente suerte que tenía el don y la habilidad de convertir en aliado a cualquier desconocido que se sentara a su lado, logrando una pronta y fácil comunicación como si se conocieran de toda la vida.
Siempre estaba preparado para superar los fracasos que se le presentaran en el camino, y tenía el ánimo predispuesto para tomar una nueva dirección o emprender un camino distinto en cuanto existiera una buena oportunidad. El era alguien positivo, que se alegraba intentando hacerle la vida grata a los demás.
Claro está que dentro de esta actitud, lejos de ser imprudente y temerario, era alguien audaz pero prudente, que no rehusaba lo novedoso aunque tenía un olfato especial para retirarse en el momento oportuno en lugar de persistir tozudamente en el error.
Su talante era ser optimista por naturaleza, y motivos tenía para pensar de tal forma, ya que su vida había sido un rosario y una cadena de felices acontecimientos. Todo le había salido bien, y cualquier cosa que tocaba o situación que abordaba culminaba con excelentes resultados
Había terminado sus estudios de arquitectura siendo una de los galardonados por su expediente académico, tenía una encantadora esposa y tres hijos maravillosos, y en un par de ocasiones le había tocado la primitiva por un importe superior a cuatro millones de euros. Vamos que tenía sobradas causas para sonreír, quizás porque conocía los estudios psicológicos que sostienen que ser optimista alarga la vida unos diez años
Sin embargo en ocasiones, sin cultivar el pesimismo, Castañuelas Buenasuerte, sabía que en cualquier momento las cosas podían ir a peor y prefería estar protegido contra cualquier contrariedad o ataque y de alguna forma procuraba no bajar nunca la guardia, lo que no dejaba de ser una buena vacuna para la mala suerte.
Lo que le había ayudado bastante en su aventura diaria, era que en su mochila, había intentado meter unas gotas de segurina , que le ayudaban a saber quien era y que quería , lejos de estar dando bandazos a un lado y otro, como un barco a la deriva .
En su equipaje personal, había sabido resguardar como un tesoro, sus amistades, procurando tener intimidad en las relaciones beneficiosas, sin importarle mostrar sus verdaderos sentimientos y siendo capaz de admitir sus propios fracasos y logros, lo que le liberaba de bastante tensión y estrés innecesarios.
Nuestro personaje era un hombre tolerante, capaz de ser comprensivo con los demás, sobre todo con sus fallos, lo que le dotaba de una especial facultad para perdonarse y perdonar a los otros, no guardando rencor alguno, en la concepción abierta de que en esta vida, todos afortunadamente nos equivocamos.
Archibaldo descubría algo nuevo cada día. Rebosante de energía, sabía que el mundo no estaba para irritarle y para que el se lo pasara mal, sino para que disfrutará de él y no por ello dejaba de ser consciente que en este gran escenario, había gente empeñada en simular quienes no eran, lo que les convertía casi siempre en personas tristes, que no disfrutaban su propio itinerario de vida, porque eran incapaces de marcar su hoja de ruta.
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