Antonia Ojeda, que suele ir al mercadillo casi todos los jueves, fue ayer acompañada de su hija Rocío, que pasa unos días de vacaciones con su madre. “Vamos a echar un vistazo; si acaso compraremos unas sandalias o unas playeras”, comenta. Quien resiste, haga frío o calor es el tradicional puesto de churros, al que no le falta clientela ni durante los meses de verano. Otros puestos tradicionales como los dedicados a las plantas sí faltan estos días. A las once de la mañana los más madrugadores abandonan el mercadillo quejándose por el calor y sólo algunos valientes se atreven a acercarse a esa hora. Son los menos. A esa hora muchos comerciantes llevan mucho tiempo sin vender ningún artículo y se resignan pensando en septiembre.
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