Y no nos vale que los chicos- ya señores y señoras hechos y derechos- de ubi sunt nos lo escenifiquen, ni nos lo escriban, porque nosotros solo queremos ver una lucha de banquillos , unos entrenadores y unos chicos, jóvenes -o no tan jóvenes- ataviados con los colores patrios. Hay muchos que dicen que dónde está la gracia de que este equipo gane, y ciertamente yo nunca se la he visto al futbol, ni entendido porqué una persona -le echaba yo la culpa a la guerra de sexos- gastaba su tiempo, su dinero y su forma física- si me aprietan mucho- ante un televisor o unas gradas, que lo que más le traían eran disgustos y como poco perder voz y dignidad , en pos de vociferantes gritos y cervecitas a cal y canto y “¡María, tráeme una tapita… pa endulza el partío!”. Pero lo que son las cosas que este año, que no sé porqué, no es como otros , porque todo ha cambiado y no porque vayan ganando, sino porque desde el de Suiza - que empecé a criticar, que es lo mío-se van creciendo, como la Armada Invencible, pero al revés y están dale que te pego y ya saben lo que me van los imposibles y la gente que se sale de lo reglado.
Y ayer ya fue la guinda , porque sigo sin saberme los nombres y les sigo llamando el rubio ,el canijo, el largo o el de los palos, , pero casi afónica de tanto grito, sí que me quedé, y no le doy todavía a la cervecita, ni a los ganchitos , ni digo eso de “¡Pepe, tráeme una tapita pa quitá el gusanillo”, porque preparo la cena antes , tipo guiri de Benidorm, pero lo mismo si el Cádiz está de pena total y empieza la cosa a moverse, lo mismo a poco me ven por ahí con la bufanda del submarino hundido y con una trompeta y una neverita, cerca del Carranza, tanta es la afición que le he cogido al invento.
Lo que seguro no me verán es dejando de preguntarme qué tenemos las mujeres, para que nos saeteen el alma , por querer ser madres hasta de Dios y querer cambiar el mundo y porqué le echan la culpa a la droga de todo, cuando es la mala sangre, la mala leche de muchos, incluida la de aquellos que llamaron al kiki y al Puche , los primos catetos de Alcalá, cuando en Alcalá ya sabemos qué gente más lista sale y más preparada, entre ellos la matriarca de mi familia, que no es por nada, pero también cambió el suelo terroso de la sierra por la Alameda y los levantes que aligeran las faldas a la Plaza Mina y que nunca hizo más que trabajar y levantar la frente con orgullo para presumir de dónde había nacido, como su comadre Juana Sevilla, otra pedazo de mujer alcalaína, a la que ni los abandonos conyugales, ni el trabajo de sol a sol, doblaron nada, porque la forjaron de hierro y titanio, cuando la parieron y que dejó un legado de buena gente, a su muerte , capaz de ennoblecer todo lo que toquen.
El origen, no es más que una circunstancia, como los principios perdiendo de España, lo malo es que el final sea entre las rejas de una Comisaria, saliendo para corroborar por dónde entraste en casa ajena y con quién, cómo doblaste un cuchillo de cocina, que se clavaba, no en carne, sino en buenos propósitos, en vida futura, en hijos que no tendrás y en vida que no verá Mercedes, ni el kiki , ni el puche, metidos todos en el mismo saco de la fatalidad y la miseria, de dolor y muerte, que desencadena la droga. Muerta ella de dolor, privada de destino, muertos los suyos sin consuelo, por la pérdida de ella, muertos ellos, los asesinos, zombies sociales y marginados, nunca salvados por la campana, ni por el resultado positivo y glorioso del siguiente partido.
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