El muy mejorable como persona, y casi inmejorable como autor, Camilo José Cela, romantizó o rindió homenaje a la figura del soldado más paradigmático que hay, que es el de Infantería, con la frase: “Quien no haya sido soldado de Infantería quizá ignore lo que es sentirse amo del mundo, a pie y sin dinero”. No vengo a reivindicar ni al autor ni el oficio, porque no los necesitan ni ellos ni yo, pero he pensado en esto al tiempo que trabajo en un grupo de argumentario de la confluencia Sumar.
Me doy cuenta de que hay una diferencia casi insalvable entre mí y un ciberactivista, que posiblemente se podría equiparar con un piloto que va de aeródromo en aeródromo sin pisar el suelo. También hay una diferencia grande entre mí y un mero opinador o estratega político, que se mueve en convoy escoltado de cuartel general en cuartel general. Yo, mirando el programa de Sumar, extrayendo detalles para este o aquel encuentro, participando en una puesta en común de ideas para sintetizar frases con fuerza, estoy en el suelo, sobre mis propias botas, igual que el miembro de un colectivo social que lucha por los derechos de otros. Cuando veo lo que pretendemos cambiar con el programa no puedo más que sentir rabia por los que, de modo tan frívolo, dicen que no se vote Sumar, que no sé qué de PSOE 2.0 y que ya resurgiremos de no sé dónde. ¿Quiénes y cuándo, resurgiremos? Los enfermos mentales que no pueden costearse una terapia mínima para mejorar su vida, ¿de dónde van a resurgir? Los inmigrantes a los que les queman el asentamiento después de que les hayan explotado cuatro meses en el campo, ¿esos van a resurgir de alguna ceniza? Qué mal gusto. Los mismos bosques no tienen tiempo que perder, no tienen cuatro años en manos de los locos negacionistas del cambio climático, de los expoliadores de la tierra. Las mujeres víctimas de violencia de género cuya realidad va a ser negada, tal como si Franco volviese al poder negaría la memoria de sus víctimas, no van a resurgir dentro de cuatro años.
Y tú seguramente no tendrías cuatro años que perder si fueses con tu nombre y tu cara reales en esto del ciberactivismo.
Vente conmigo o con los compañeros de los círculos, de las ONG o de las asociaciones pro derechos de inmigrantes, del colectivo LGTBI, de las personas dependientes, a pie y sin dinero en esta larga campaña, huele la tierra y la sangre, y luego me hablas.
Pienso en cómo se debe sentir mi compañera de Podemos que va cabeza de lista en Granada cuando algunos de estos leales podemitas de Twitter dicen no sé qué de ERC o Bildu mientras ella se vuelve a dejar los zapatos en campaña. Pienso lo cerca que estamos en Cádiz de conseguir un segundo diputado a poco que apretemos, un voto más desde nuestra provincia para decir que sí a la vida y que no al fascismo. Pienso en que más del 90 por ciento de mi gente le dijo a nuestra secretaria general que confiábamos en lo que se decidiese y espero, estoy seguro, de que los que la quieren ver fuera del Congreso no llegan al 10 por ciento del 10 por ciento, que ya sería mucho, y a quienes yo, personalmente, localizaría sin ninguna duda para abrirles un expediente de expulsión por hacer campaña para otros partidos mientras Podemos se presenta en una confluencia.
Porque la disciplina no se demuestra con el viento a favor o cuando no te juegas nada; la disciplina se demuestra en la tormenta. La disciplina se demuestra cuando tú votaste que no y salió que sí. El mundo se percibe a ras de suelo, el miedo se siente en el camino, la empatía te envenena cogiendo una mano o analizando un programa, y la generosidad y sabiduría militante, que devienen en disciplina, se demuestran a pie y sin dinero.
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