Romper la piñata

Publicado: 02/07/2023
Autor

Juan González Mesa

Juan González Mesa se define como escritor profesional, columnista aficionado, guionista mercenario

Sindéresis

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Ideas valientes pero que sean de sentido común. Que nadie se quede sin gafas porque no tenga dinero
Sumar no puede permitirse que sus propuestas electorales, sus propuestas de país, sean una sucesión de palos de ciego a ver con cuál de ellos, si hay suerte, rompemos la piñata. La sociedad no admite ocurrencias, porque suenan a mentira, solo propuestas que se basan de manera sensata en la solución de un problema, de una injusticia incluso, o en el desarrollo de una idea cojonuda.

Además, estas propuestas deben ser coherentes con un modelo político de partido que se distinga de los partidos de la competencia. Por eso, Sumar tendría que ser muy cuidadoso con sus devaneos neoliberales. La regulación de los vientres de alquiler es uno. La herencia universal, darle 20 mil pavos a cualquier joven que cumpla dieciocho años, es otro. Las medidas de gestión de los impuestos que redundan en la igualdad de oportunidades y el apoyo a los más desfavorecidos, además de en la construcción y mantenimiento de los servicios públicos propios de una sociedad de bienestar, son lo que identifica a un partido que es progresista en lo económico; lo que llaman de izquierdas. ¿Por qué se le llama progresista a eso? Bueno, pues porque en el pasado está el feudalismo, y todo lo que sea mejorar el feudalismo, es progreso.

Regalar dinero a quien es prácticamente un niño no es una medida de un partido de izquierdas, es una medida populista con un sesgo profundamente neoliberal, porque lo neoliberal busca el adelgazamiento del estado y la ausencia de proteccionismo. Un niño con tres millones y pico de las antiguas pesetas, que está eligiendo todavía si estudia una carrera, un FP o se pone a fregar platos, no es un individuo al que se le abren muchas puertas hacia el futuro con esa pasta; es un consumidor con nula formación económica, listo para engrasar la maquinaria de consumo a cuenta del erario público.

El estado debe proveer unasociedad de bienestar que redunde en la mencionada igualdad de oportunidades, y esto pasar por cambiar algunas cosas que no nos parecen lógicas a ninguno desde hace décadas, y en eso se debe basar la campaña electoral.

Ideas valientes pero que sean de sentido común. Que nadie se quede sin gafas porque no tenga dinero. Que nadie tenga que elegir entre sacarse una muela o salvarla porque no tenga dinero. Que nadie con problemas de salud mental reciba una agenda de terapia con una consulta cada seis meses. Que nadie, para ejercer sus derechos económicos y legales, tenga que pagar a un notario si no tiene dinero para ello.

Que una deuda privada entre una persona y una entidad de crédito no se convierta en un anatema anticonstitucional a través de empresas como el ASNEF, y que no se permita que las entidades vendan la deuda con el único objeto de que la pertenencia al ASNEF jamás prescriba. Que no haya un trabajador o trabajadora explotados que no puedan levantar al teléfono y tener al día siguiente a la inspección verificando la denuncia. Que no haya carreras universitarias con una nota de corte de 11 y otras con una nota de corte de 6; que tu futuro entero no dependa de una mala tarde.

Eso necesita la sociedad y los jóvenes, no que les regalen 20 mil euros para que se los gasten de modo individual y sin ninguna posibilidad de que esa inversión revierta en una mejora sustancial de lo que es común: la sanidad pública, la educación pública, la justicia universal y unas leyes hipotecarias y de consumo decentes.

Un programa electoral sólido se basa en un trabajo previo y una experiencia adquirida, en el sentido común y en la intención real de cambiar las cosas. No puede ser producto de un braimstorming con intenciones inclusivas. Hay que espabilar y hay que hacerlo ya.

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