El pasado sábado, 24 de junio, cuando el día de San Juan se iba despidiendo, el patio de los Salesianos de Utrera se llenaba de gente para celebrar una nueva edición del Potaje Gitano de Utrera que en esta edición, la 67, estaba dedicado a Pansequito y Aurora Vargas.
Por desgracia, como ya saben todos ustedes, amigos lectores, Pansequito estuvo presente solo en el recuerdo y numerosos gestos emotivos que todos los que se subieron al escenario tuvieron con él. A la memoria me llegaba una y otra vez su voz en el pasado mes de diciembre, cuando me comunicaba mientras tomábamos una copa en una sobremesa, aquí en Jerez, esta dedicatoria especial.
Recuerdo como si fuese ayer sus ojos brillosos porque, aunque él no fuese fácil de convencer, le hacía especialmente ilusión este reconocimiento compartiéndolo, además, con su Aurora. En 2023 cumplía sesenta años de trayectoria ininterrumpida por lo que todo parecía fluir con la naturalidad de un río montaña abajo. El destino impidió que la noche fuera redonda por la ausencia del ya mítico cantaor, admirado por todos.
Por lo demás, todo transcurrió de bien para arriba sin entrar en valoraciones concretas de cada actuación porque como fui el presentador de la gala prefiero dejar ese asunto para los críticos allí presentes. No obstante, tengo que subrayar el arte y las maneras de Remache de Málaga, quien consiguió arrancar los olés más cerrados de la velada con poquitos minutos de cante y baile. No necesitó más porque el arte “es un soplo que no siempre te llega”, que diría Rafael de Paula, pero que a Remache le llegó y de qué manera.
El cartel de este año incluía al maestro Juanito Villar, elegido especialmente por Pansequito en defensa de su generación, el mediático Israel Fernández con Diego del Morao, el siempre admirado Farruquito, el portentoso cantaor Rafael de Utrera y un ramillete de artistas para cerrar a modo de fin de fiesta con Macarena de Jerez, Borrico, El Berenjeno, Remedios Reyes, Manuela del Moya… y Remache.
El papel se agotó. No ocurría algo así desde aquel año que se le dedicó a Alejandro Sanz, con unas tres mil personas en pie con el alma encendía. Así ocurrió también en este 2023, con tanto calor que costó trabajo comerse el potaje a la una de la mañana. Lo repartieron justo después de que se le entregara a Aurora las “estatuillas” por parte de la Hermandad de los Gitanos (organizadora) y de la Fundación Cruzcampo (patrocinador).
Fue el cardiólogo Antonio Fernández, amigo íntimo de los protagonistas, quien se encargó de desplegar con suma emotividad los méritos de ambos para tal reconocimiento. Y en la primera fila, Curro Romero, maestro de maestros, a quien se le dedicó la edición de 1974. Junto a su inseparable Carmen Tello, estuvo arropando a Aurora en la noche más especial del año para esta cantaora y bailaora sevillana que sintió el cariño y admiración de todos. La Inés, Nano de Jerez, Angelita Montoya, Mari Peña, El Farru, Antonio Moya, Felipa del Moreno, Ana de los Reyes, Fernando Jiménez, miembros de la hermandad de Los Gitanos de Sevilla, familiares de Juan Peña El Lebrijano… tampoco faltaron a la cita.
Y ¡cómo no!, vítores para Fernanda de Utrera en el centenario de su nacimiento. Al principio se emitió un vídeo que resume el documental que se estrenará próximamente y los artistas la mencionaban una y otra vez. Pero volvemos a Curro, con su majestad imperiosa a la vez que frágil, su mirada absolutamente inquietante y todo el peso de la historia del toreo sevillano en sus muñecas y castigadas piernas. Cuánto honor, cuánta gloria, qué alegría verlo a sus casi noventa años ahí bañando de oro el arte en el Potaje Gitano de Utrera.
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