En estos días se ha presentado el cartel de la Feria del Libro de Madrid. Reproduce una fachada cuyos balcones abiertos muestran vecinos de todas las edades con un libro en las manos. En el bajo está El Retiro convertido en librería, el local que sostiene la lectura haciéndolo accesible a todos desde hace tantos años. Es ilusionante visitarla, recorrer el entrañable paseo de carruajes y ver a los autores, aunque sea de lejos. Si el tiempo de apertura permite la firma del ejemplar, entonces además de una alegría es un remedio contra el calor, porque se olvida, igual que el cansancio y la caminata por las numerosas casetas -trescientos ochenta y cinco en esta ocasión- que franquean la ronda.
El cartel alude a la diversidad anotada al comienzo, al momento particular, íntimo y solitario, aunque se esté acompañado, con el libro y lo que nos está contando, a juzgar por el fondo de cada ilustración. Nos recuerda las reflexiones de Ortega y Gasset, pero sobre todo alude al soporteen papel en una etapa donde la tecnología le ha ganado tanto terreno, y sin embargo la relación entre el lector y las páginas permanece, como el lazo que los unió en cuanto los ojos se quedaron enredados entre los renglones. Juntos fueron alimentando la imaginación desde las vocales y más tarde la adivinanza que hizo gritar la respuesta con emoción: tengo hojas y no soy árbol, te hablo sin tener voz, si me abres no me quejo. Adivina quién soy yo. Si la ilusión por leer crece al igual que la estatura, estas líneas llevan a ese pequeño que deseaba ser mayor para leer más.
La Feria del Libro de Madrid, la de Cádiz o la nuestra son un reclamo que nos hace pensar en los títulos leídos, en los que nos faltan de la lista de Reyes o en los que hemos ido anotando desde entonces o no se sabe cuándo. Y como un reclamo, empezamos a ilusionarnos con el verano -aunque el de este año se haya dado prisa en llegar- y las sobremesas, por donde la lectura se desliza ralentizando el tiempo. Es ahora cuando nos hacemos el propósito o nos imponemos leer más que el anterior o por lo menos igual, disfrutando del texto sin prisa, alargando las horas hasta cuando el hambre yel color de la fruta calman los ruidos de las tripas al anochecer y continuar leyendo.
Y aunque la actualidad siga bombardeando con el vestido de novia de la máxima celebrity, no hay lucha por likes o seguimientos. La Feria del Libro está en las redes por la mano de los autores, de sus agentes y a ellos se debe gran parte de su movimiento. El lector sólo desea pasear con títulos en la cabeza, rebuscarlos, contemplar postales, carteles, detenerse ante los facsímiles, aceptar marcapáginas, sorprenderse gratamente hasta la foto con el amigo que firma por primera vez. Y al lector le gusta atender este reclamo. Uno de los mejores. Nos vemos en la nuestra.
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