El cementerio de los ingleses

Esto es carnaval

Sin embargo, también es un fiel espejo de nuestra sociedad: a fin de cuentas, no deja de ser la fiesta del pueblo

Publicado: 22/02/2023 ·
18:42
· Actualizado: 22/02/2023 · 18:42
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Autor

John Sullivan

John Sullivan es escritor, nacido en San Fernando. Debuta en 2021 con su primer libro, ‘Nombres de Mujer’

El cementerio de los ingleses

El autor mira a la realidad de frente para comprenderla y proponer un debate moderado

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Estamos en pleno Carnaval. Cádiz se llena de gente de todas partes y las localidades aledañas celebran la fiesta a su manera. Aún dura el debate sobre el Concurso, los repertorios, los autores y los cajonazos. Los papelillos inundan las calles, las coplas asaltan los corazones y la Bahía hace su necesario agosto aún cuando no hemos acabado febrero. Siempre habrá algún metepatas pasado de vueltas y de copas pero, en general, esta fiesta acaba siendo otra oda anual a la alegría y la libertad. Sin embargo, también es un fiel espejo de nuestra sociedad: a fin de cuentas, no deja de ser la fiesta del pueblo, hecha por gente del pueblo y para el pueblo. Ese es El embrujo de Cádiz.

Mientras quienes disfrutan de la fiesta viven el jolgorio propio de los Carnavales, los Martínez siguen con sus jornadas de trabajo, atentos a la próxima nómina para ver si les cunde la subida del salario mínimo. La prensa se ha encargado de meter miedo alertando de una supuesta subida de impuestos ya que, afirman, la subida introducirá a los trabajadores en un nuevo tramo fiscal. Tó me pasa mí, dirán algunos. Esto sí que es de desgraciao, lamentarán otros. Y los que queden se preguntarán si Los del veredicto serán los expertos o Los enteraos. Y así andamos, sacando adelante nuestras vidas como podemos mientras miramos de reojo a ese rincón del veneno en que se ha convertido el Parlamento.

Ya huele a elecciones. Amo escuchá, nos dirán ahora los distintos candidatos dispuestos a dar un mitin donde tratarán de convencernos de quiénes son Los santos y quiénes Los viñanos (aunque no sean de La Viña). Lanzarán proclamas como estribillos, amén de un popurrí de promesas y propuestas: unas serán serias y factibles mientras otras sonarán a cuplé de los malos. Según inspiren Las musas a los asesores de cada aspirante a ocupar algún sillón. Ya veremos El día de mañana si hemos decidido bien a quién dar nuestro apoyo. Total, ya que me tiran de la lengua, cada ciudad necesita a alguien que la conozca y la comprenda, que no se preocupe sólo de la fachada que se muestra al visitante sino de esos barrios que son La ciudad invisible; sus problemas, en cambio, no lo son en absoluto.

Con la maquinaria electoral en marcha, vuelve a cobrar importancia (si es que alguna vez la perdió) el papel de los medios de comunicación. El chaparrón de noticias que nos va a caer. Desde Los príncipes hasta Los pringaos acabaremos hasta lo que Juan Carlos Aragón comparaba con la desaparecida torre de preferencia. Todo para secundar lo que algunos condenaos y ángeles caídos nos van a repetir en este año de comicios a nivel municipal y nacional: Vota, picha. Veremos debates en televisión donde cada cual intentará ser la ventolera que arrase a los de enfrente para que los veamos como los miserables. Y es que tendremos que andar al liquindoi para saber quiénes son los mafiosos, los cobardes, los santos o los que van por derecho... quiénes nos defenderán como los templarios o quiénes están al servicio de los millonarios. Valiente tangai. Vamos, que tenemos que ser los listos, como los ratones coloraos, para que no nos den coba; no sea que nos convirtamos en los sumisos cuando nos digan OBDC.

Básicamente, en eso se resume lo que va a ser el año, en la guerra electoral donde cada cual ocupará la trinchera que considere oportuna. Nos acordaremos de El Bizcocho porque habrá gente con chispa y otros más fantasmas que Los Mi Alma. Y todo para que no nos acabe gobernando algún paranormal (o algo así) que nos transforme en los prisioneros. Tendremos que recordar que La voz que tenemos no es otra que el voto, que luego no vale salir como los vikingos a la calle porque el resultado de yesterday nos ha dejado apaleados como aquellos flamenkitos del año 2000. Que por no ser juancojones un día no pasa nada, aunque también es verdad que el que la lleva la entiende. Y es que entiendo que mucha gente no lo tenga claro: viendo el panorama de hinchapelotas, todo el día dando leña (que nos tienen de vuelta y vuelta), dan ganas a veces de no salir del bohío y que le zurzan a todo. Y es que, viendo a unos y a otros, me acuerdo de aquella agrupación del Vera Luque: Esto sí que es una chirigota. De esto no nos salva ni el equipo a minúscula. Pues eso, feliz Carnaval.

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