Con un tenis sólido, cimentado sobre todo en la efectividad de su saque y en un gran resto, Verdasco se impuso a un Soderling muy errático, que nunca dio la sensación de poder imponerse.
Aunque ambos tenistas ya habían ganado en tierra, se desenvuelven mejor en pistas duras. Tienen un buen saque, no están acostumbrados sufrir ni alargarse en el intercambio, prefieren ganarse los puntos a que se los regale el rival y, cuando no tienen el día, acumulan en su estadística un rosario de errores no forzados.
Bajo esa premisa se desarrolló el partido, poco acorde con el estilo de juego más elaborado y paciente que requiere el polvo de ladrillo, y donde el número nueve superó al ocho del mundo.
Soderling, un jugador de esos que, si entra en trance, suelta el brazo y no te da opción a replica, debió levantarse ayer con el pie izquierdo. Alguien debió acortar la pista central durante la pasada noche, debió pensar el sueco, muy poco afinado con su derecha, que siempre se marchaba cinco, diez o quince centímetros por detrás de la línea de fondo.
Verdasco tampoco andaba muy allá en cuanto a golpes precisos durante la primera hora de juego, pero rápidamente se dio cuenta de que, tal como estaba el sueco, mejor no tomar riesgos y dejar que fuese él quien sumara desaciertos.
Y así, el primer set acabó siendo lo que hizo Verdasco entre fallo y fallo de su adversario. El madrileño, muy sólido con su servicio, logró romper el de Soderling en el séptimo juego y volvió a hacerlo en el noveno, cuando necesitó tres bolas de set para cerrar el primer parcial (6-3) antes de lo previsto.
Estaba claro que en la segunda manga, el sueco tenía mucho margen de mejora. Así fue. Rompió a Verdasco en el primer juego y, pese a que cedió su saque en el siguiente, su tenis siguió subiendo.
Soderling empezó ajustar su punto de mira y, sobre todo, a acertar en los puntos decisivos. Salvó una bola de break que hubiese puesto a Verdasco con un casi definitivo 4-2 en el marcador, y rompió de nuevo en el siguiente para cerrar el set por 4-6.
Sin embargo, en el tercer parcial reaparecería el Soderling más errático, con el agravante de que, a esas alturas del partido, la zurda de Verdasco ya se había calentado. Impecable devolviendo los saques del cañonero sueco (algunos superaban los 220 Km/h), y tremendamente efectivo a la hora de sacar adelante el suyo, el madrileño logró romper la tercera manga con un break que le colocó 3-1 y servicio.
Ahí acabó la final. Un Fernando Verdasco paciente, ya no dio opción para la sorpresa. Movió a Soderling hasta obligarlo a fallar una vez más o concederse una nueva oportunidad para resolver el punto. Ni siquiera le costó cerrar el partido –algo habitual en estos casos– para colocar el definitivo 6-3 con su servicio.
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