Martes Santo de Recogimiento

Martes Santo apoteósico. La Semana Santa onubense prosigue su andadura hasta la Resurrección de Cristo sostenida por un tiempo bueno, agraciado, que no está dejando para los menos optimistas motivos de preocupación.

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  • El Señor de Pasión en su procesión de ayer -
  • Cientos de personas se agolpan en las calle Don Bosco para ver la salida de La Lanzada
  • Sobriedad para sublimar el dolor cristiano por la pasión y muerte de Jesucristo en Los estudiantes
  • El Señor de Pasión y la Virgen del Refugio se encuentran con la devoción cofrade de Huelva, que les espera expectante
Martes Santo apoteósico. La Semana Santa onubense prosigue su andadura hasta la Resurrección de Cristo sostenida por un tiempo bueno, agraciado, que no está dejando para los menos optimistas motivos de preocupación.
Bien que así sea, porque lo visto hasta ahora en la calle es el manifiesto más real y evidente del primor y la fe con que las hermandades de Huelva se afanan para tenerlo todo listo, procesionar a las imágenes de su devoción, compartir el sentimiento de piedad con los asistentes.

Ayer, la primera en hacerlo fue una de las hermandades más populares, abrigada por su barrio, Las Colonias, desde donde salió bajo los ojos expectantes de un tumulto de gente que contenía la respiración, a la vez que mantenía en vilo el segundo de romper el silencio con su aplauso, cuando el caballo que lleva encima al romano castigador del Señor asoma por la puerta. El Cristo de la Sagrada Lanzada, cabizbajo, de nuevo, recibe la luz del sol. El mundo aplaude. Joaquín Moreno Daza, su autor, supo darle una dulzura penitente en su rostro que queda lejos de cualquier atisbo de límite humano.

Le sigue su madre, la Virgen de los Dolores, que con manto azul bordado en oro, obra del imaginero Manuel Domínguez Rodríguez, acompaña en el sufrimiento al fruto de su vientre otro año más. Asoma el palio por la puerta y los cabezos, que observan mudos tras décadas haciéndolo, vuelven a quedarse pequeños ante el potencial del paso que emociona a sus súbditos.

Junto a los pasos, 310 nazarenos de blanco y azul, los acólitos, capataces y demás miembros fundamentales cumplen el cortejo. De la música se encargó, para el Cristo, la Banda de Cornetas y Tambores Virgen de la Salud, y para su Madre, Nuestra Señora de la Consolación.

Entre los enseres que ha lucido la Hermandad, destacan el ‘Senatus’ y las bocinas, que son autoría de Ramón León y Manuel Ponce; el estandarte data de 1995. También llevaban un juego de navetas, incensarios y ciriales del Taller de Viuda de Villareal. Del mismo modo, destacan los candelabros de cola, respiraderos y varales del mismo taller.

Los Estudiantes
Centenares de onubenses se reunieron alrededor de la Iglesia de San Sebastián. Murmullo general fruto de las conversaciones a la espera de la salida de la Hermandad de Los Estudiantes. Murmullo que se convierte en silencio cuando por el pórtico principal de San Sebastián aparece el Cristo de la Sangre, obra de Antonio León Ortega. Sobre un paso de estilo barroco, yace Jesucristo en la cruz, cabeza inclinada hacia el lado izquierdo, lleno de signos de la pasión. Cuatro grandes velones lo flanquean. Silencio sólo matizado por el paso de los nazarenos, vestidos de negro, algunos de ellos descalzos y arrastrando cadenas, y por música de capilla que da a la representación mayores matices, si cabe, de recogimiento, dolor y luto.

Tras él, la inmensidad de la Virgen del Valle en un paso de palio de terciopelo burdeos bordado en oro. Salida a paso lento y seguro por la rampa de San Sebastián, acompañados por la Banda Municipal de Música de Valverde del Camino. La cofradía estudiantil cumplió con la tradición, y sus devotos la adornaron de saetas al paso por Mackay Macdonald y el pasaje Cristo de la Sangre. Bella llegada cargada de esfuerzo y precisión de los costaleros para que la hermandad completara su estación de penitencia pasada la una de la madrugada, dejando sanas y salvas sus imágenes en la parroquia de San Sebastián, después de algo más de siete horas de procesión en la que Los Estudiantes enarbolaron la bandera cofrade de San Sebastián, llenando de sobriedad la representación de fe, arte y misterio que lleva consigo la cofradía estudiantil de la capital onubense.

Pasión
Pasión en la calle. Sus devotos, miles, se reparten las esquinas más valiosas en su día mayor, los respaldos de los edificios de siempre que, ayer, al paso del Señor de Pasión o la Virgen del Refugio, adquieren otro valor, mucho más sentimental, de resguardo y lugar de vivencia cofrade. Hay que ver a sus imágenes. Este año, además, portando la Medalla de la Ciudad de Huelva, que le dieran en 2009 por el día de San Sebastián. Doble felicidad.
Como están siento todas las hermandades hasta ahora, puntual salía la Hermandad de la Parroquia de San Pedro. El Señor, grande en su recogimiento y dolor, callaba a la gente allá por donde pisaba.

Los costaleros le llevaban al paso justo, cargando con amor el peso que a sus hombros parece minúsculo. Así es su fe. La obra del imaginero Antonio Infante Reina, de 1938, se viste con túnica roja y oro para pasear las calles de Huelva, cargando la cruz que en sus terminaciones remarca el dorado. Le acompaña la Banda de Cornetas y Tambores Nuestra Señora de la Merced.

El Cristo baja con cautela la cuesta de San Pedro, hay cientos de personas a la espera en la plaza, agolpadas, queriéndose acercarse, separadas de la imagen por la hilera de 700 nazarenos que, de morado, cumplen con sus promesas, su sentimiento por el Señor de Pasión, andando a su paso, acompañándole en todo su recorrido.
Ya está el Hijo de Dios pisando el suelo, ha bajado la altura y está a los pies de la Parroquia. Resuenan otros sones. La Banda Municipal de Música de Mairena del Alcor anuncia su venida.

La Virgen del Refugio aparece, y el aplauso se parte cuando su Hijo ya encamina Santa Fe. La Madre de Dios es de autoría desconocida. En esta ocasión sale de verde y oro. El palio es obra de las Madres Oblatas y sus bambalinas son enriquecidas, a posteriori, por Rosario Ávila.

Pese a no conocerse su autoría, sí es conocido el nombre de la persona que se ha encargado de su restauración para este año, el catedrático de Restauración de la Facultad de Bellas Artes, Francisco Arquillo Torres.

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