Organizados, impulsados por impunes entidades que se esconden detrás de sus manos llenas de cola o de arrojadizos botes de tomate sobre las grandes obras de arte, que son patrimonio de todos, fruto del mimo y respeto de las generaciones que nos precedieron. Así, se ha desplegado esta red de asaltantes por los más importantes museos del mundo. Unos, nada improvisados “flasmob” que nos sale muy caros, y que no terminamos de comprender a los que somos reivindicativos y peleones por naturaleza, sintiéndonos preocupados y comprometidos con el cambio climático y sus nefastas consecuencias, que vivimos ya hoy en forma de sequía extrema.
Es una pena que esta nueva hornada de jóvenes no haya tenido como referencia a los verdaderos movimientos activistas que han tenido lugar a lo largo de la historia. Uno de los más efectivos con consecuencias legislativas a corto plazo fue el boicot de autobuses que la comunidad negra extendió por toda América, después de que Rosa Parks se negara a ceder su asiento a un pasajero blanco en Montgomery, Alabama. Un movimiento que consiguió tras más de un año de inquebrantable protestas que el Tribunal Supremo de Estados Unidos declarara ilegal la segregación en el transporte, los restaurantes, las escuelas y otros lugares públicos y que tuvo como colofón el “Yo tengo un sueño” del Nobel de la Paz Martin Luther King tras la histórica marcha Negra, la mayor manifestación que ha existido en Washington.
Porque estos ataques suponen un chantaje a los estados democráticos, donde el acceso a la cultura y la labor social y educativa impagable que desarrollan nuestros museos, están protegidos por nuestra Constitución. Unos ataques que se quedan en meras faltas administrativas, porque saben bien que deslucir las obras de artes, impidiendo que otros puedan disfrutarlas y aprender de ellas, no esta tipificado. Unas acciones que, además de no servir para el objetivo que persiguen, suponen un perjuicio económico a los museos, a las ciudades y a las naciones que los albergan y que tanto esfuerzo económico desarrollan para que sigan en activo. Por eso es necesario que estos ataques y actos vandálicos tengan una respuesta legislativa. Una modificación que permita responsabilizar a aquellas entidades que los promueven, incluyendo para ello que estos actos vandálicos contra el patrimonio por deslucimientos como un hecho punible.
Tenemos que tener un sueño. Que no haya excusas, ni ideologías, ni guerras, para que cualquier ataque a la cultura y a nuestro patrimonio sea castigado y este cambio legislativo sería un buen comienzo.
Envía tu noticia a: participa@andaluciainformacion.es