Nos referimos por un lado a la zona del casco antiguo, cuyo deterioro, a pesar de lo que se ha actuado en los últimos años, es evidente, hasta el punto de que se puede considerar casi milagroso que las consecuencias no hayan sido más desastrosas aún, motivo por el que merece la pena mantener un estado de alerta permanente para amortiguar cualquier peligro. Por otro lado están las zonas de los Puentes, y especialmente Puente de la Sierra y Puente Jontoya, en los que tantas veces se ha dado en estos días la voz de alarma por la crecida y desbordamiento de los ríos, que por fortuna no han causado hasta el momento males mayores, aunque cada noche de lluvia ha sido a la vez de insomnio para las muchas familias que viven en el lugar y que merecen ya una definitiva respuesta a la inquietud que les embarga durante tantos años. La cara más alegre es ver lleno por fin el Quiebrajano, contemplar los inmensos caños de Jabalcuz y de otras zonas, y pensar en que el suministro está asegurado.
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