Pretender que el cuarto centenario de su muerte (22 de enero de 1610) sirva para promover el mejor conocimiento del poeta, para actualizar los versos en aquel castellano a veces difícil de asimilar y cuántas veces retorcido, fue el objetivo para que decenas de alumnos de tres centros baenenses participaran en una aventura a modo de concurso. Como si la hubiesen llamado algo así como un poema de Carrillo, bien merece un dibujo, ser ilustrado. Jugar a adaptar la mente y los versos del aristócrata baenense a la pluma, cera, pastel o lápiz de sus convecinos, 146.000 días después del óbito; a la mentalidad de adolescentes que ahora empiezan a experimentar los desgarros del desamor, las sutilezas del enamoramiento, la angustia de la soledad, los colores de la ilusión o el dolor de las inseguridades.
Dabutem
Y se marchó el poeta, coronado por sus Décimas, Redondillas y Romances, llevando bajo el brazo los dibujos con las proclamas de esos pinceles capaces de desempolvar serena y hábilmente las solercias, engrandecer humildemente las altiveces y diseñados para engominar copetes... Y miró atrás, justo en el mismo momento en que todos sus ilustradores aficionados, los que le cambiaron un dibujo por un poema y se lo regalaron a perpetuidad, echaban la vista hacia adelante, muy hacia adelante. n
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