24 de Septiembre actual

Publicado: 25/09/2022
Autor

José Chamorro López

José Chamorro López es un médico especialista en Medicina Interna radicado en San Fernando

Desde la Bahía

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Hay una maldición o gafe en la humanidad, que hace que los acontecimientos con más o menos semejanza, se repitan a lo largo de los tiempos
Estamos en una época en la que nunca ha sido más fácil que ahora el suprimir la tradición. Creencias, historia, formas de vida, instituciones, monumentos, plazas, alamedas o calles, han llegado a los despachos de los que ostentan el poder y le han señalado el camino de la "papelera" como su próximo futuro.

El pasado Día de la Merced (24 de septiembre) siempre ha sido una efeméride que ha destacado por su sencillez. La Virgen ha sabido salir silenciosamente, sin los aspavientos tumultuosos de las madrugadas cofrades y exponerse a sus fieles, muchos de ellos recordando en su nombre, el de su madre.

La corta historia efectiva y real de la Isla de León, es previa a la de San Fernando. Es precisamente este día de fiesta que comentamos y en 1810, cuando Las Cortes Generales y Extraordinarias de España se reúnen en nuestro hasta entonces Teatro Cómico, para llevar a cabo la redacción de una Constitución que dejase fuera de lugar a la que previamente y con el nombre de Carta de Bayona, se había impuesto en nuestro territorio. El agradecimiento a la población isleña derivó en la dádiva del nombre de la Ciudad de San Fernando.

La Isla, a secas, ni de León, ni de San Fernando, sabe muy bien cuál fue su comportamiento en aquella "guerra contra el francés", lo que tuvieron que soportar sus vecinos, aparte del asedio de las tropas Napoleónicas y lo que el olvido luego le regaló, tras su nombramiento como ciudad. La Constitución de Cádiz, promulgada en varios sitios de la capital, debía haber recordado nuestro actual Real Teatro, como un punto más de su divulgación, aquel día de San José. No fue así.

De nuevo y siempre por estas fechas surgen voces que exigen sea eliminado de la ciudad el nombre de San Fernando. Somos ciudad por méritos propios y el nombre hemos aprendido a relacionarlo con el del santo y no con el Rey Fernando VII - aunque la idea inicial lo fuera - y su padre Carlos IV, personas ambas, que jamás debieron volver a nuestro suelo después de la abdicación, ante el Emperador francés, del trono español a su favor, aquel horrible 5 de mayo de 1808. Cuando el 11 de diciembre de 1813 se devolvió el trono al monarca español, confundimos lo "deseado", con lo que debió ser repudiado y las consecuencias no se hicieron esperar.

La Isla, sin quitarle protagonismo a "las Mercedes", ha querido y con razón, recordar nuestra innegable gesta con aroma de heroicidad año tras año y esta vez, el pasado sábado, nuestro municipio con su docta primera edil, Patricia Cavada al frente del mismo, ha otorgado el XI Premio Cortes de la Real Isla de León 1810, a la Fuerzas Armadas de España, en un acto al que como ya nos tiene acostumbrado, tuvo todo el esplendor y dignidad que la efeméride requería.

Pero hay una maldición o gafe en la humanidad, que hace que los acontecimientos con más o menos semejanza, se repitan a lo largo de los tiempos. Hay pueblos en España que quieren en la actualidad no pedir, sino exigir e imponer definitivamente la independencia de sus suelos. Ultrajan y anulan el idioma en su lugar de origen y desprecian sus creencias y tradiciones. La Monarquía Real de 1805 buscó en el que luego fue el enemigo francés, equivocándose en profundidad, un apoyo que finalmente derivó en la presencia en nuestro suelo de un monarca extraño y una "Carta otorgada" y fue preciso un ejército, que en realidad fue todo el pueblo español y una Constitución, para mandar de nuevo al norte de los Pirineos, al invasor. Nuestra Monarquía Parlamentaria a través de su Gobierno, ha buscado entre aquellos que no se sienten españoles, los apoyos necesarios que están sometiendo al país a un gabinete basado en el decreto/ley. Las "armas" ahora son el diálogo y una Constitución que tiene que imponer el respeto a sus normas y articulado dentro de los cauces democráticos que tan claramente expone. Hay en la actualidad más Carlos IV de los que creíamos y grupos más felones - desleales - que Fernando VII y son a éstos a los que hay que hacerles ver la grandeza de la nación española. Derribar pedestales o monumentos, retirar rótulos callejeros, despreciar creencias y tradiciones y hacer precaria la obediencia a la justicia y sus leyes, demuestra una inepcia inadmisible, cuando no un resentimiento u odio ciego, que hacen permisible la abdicación de Bayona.       

     

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