¡Enhorabuena¡ Su número de teléfono ha sido seleccionado. Un teléfono móvil de última generación totalmente gratis le está esperando. Pinche aquí. ¿Quien no ha recibido en los últimos meses algún mensaje parecido a través de las mil y una vías de comunicación que tenemos? Sabemos que no son más que timos y fraudes, y procedemos raudos a eliminarlos antes de que terminen robándonos la cartera, o lo que es peor, nuestros datos, incluidos los bancarios.
Si tenemos algo claro, es que nada es gratis: La gratuidad no es gratuita. Una máxima que también se extiende a los servicios públicos, a pesar de desafortunada aseveración que perseguirá por siempre a la expresidenta de Cultura, Carmen Calvo: “Nosotros administramos dinero público, y el dinero público no es de nadie”. El dinero público es de todos y los servicios públicos siempre tienen coste. Según un experto de la edición "Los servicios públicos esenciales en España”: “La gratuidad del servicio público sólo será aplicable cuando se derive de la naturaleza del servicio en cuestión o venga impuesto por una norma constitucional o legislación específica”.
En estos últimos meses, debido a la complicada situación inflacionista que asfixia a las familias españolas, el gobierno ha puesto en marcha diferentes propuestas de gratuidad, que si bien pueden sonar como alentadoras, no debemos olvidar que se mantienen con el esfuerzo de todos y que han de tener un exhaustivo estudio de impacto. El bono cultural joven, para aquellos españoles que votarán por primera vez la próxima primavera, con una dotación de 210 millones de euros o el bono-tren gratuito, cuyo coste está aún por definir. Este último se publicita en los principales periódicos del país con un gratis tamaño arial 90, confundiendo a los ingenuos consumidores y produciendo una enorme inquietud en quienes vemos en esta medida un posible impacto negativo en otros medios de transporte colectivos por carretera y un posible colapso en líneas y horarios determinados.
¿No hubiera sido más justo y con mayor impacto desarrollar un programa de colaboración público-privada, compartiendo gastos entre jóvenes, administración pública y la industria cultural? ¿No hubiera sido más sencillo rebajar durante este periodo inflacionista el billete de tren un 20 o un 30%? Más eficaz y más justo seguro, pero menos electoralista también.
Una de las pocas cosas gratuitas que tenemos en esta vida, gratuitas y libres, es el pensamiento. Hagamos buen uso de él, seamos críticos con cada medida propuesta por el gobierno porque nadie da duros a cuatro pesetas.
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