Popeye fue un personaje creado como propaganda de espinacas. El cuento original de la Sirenita acaba mal. Durante un tiempo, en las películas estadunidenses solo podían verse camas individuales para los matrimonios. El cine de acción de los ochenta se volcó en la campaña antirrusa de la Guerra Fría. La censura en España cambió la famosa frase final de Lo que el viento se llevó, que, en el original, vendría a decir: «Sinceramente, querida, me importa un carajo». A Charlton Heston lo maquillaron para que hiciera de mejicano en Sed de mal. A Mickey Roonie, de chino. Los negros se han llevado décadas siendo meros descargos cómicos, y también se hacía por motivos de audiencia.
¿Me gusta a mí esto? No me ha gustado nunca. Me repele que el departamento de marketing meta mano en el guion, porque ni siquiera es seguro que acierte. Y si se trata de un departamento de censura política gubernamental, más me repele. ¿Me gusta que no se respete la voluntad de los autores de cuyas obras se hacen adaptaciones? Creo que su voluntad se ha visto perfectamente respetada cuando se les ha pagado dinero a cambio de esos derechos de adaptación, en caso de que el autor siga vivo. En caso de que no, sería difícil poder conocer su voluntad y, en realidad, quienes la habrían traicionado serían los herederos que vendieron esos derechos, en caso de existir.
Lo que he detectado, de un tiempo a esta parte, es que, en muchísimas ocasiones, las protestas más constantes y/o airadas respecto a la inclusión forzada de personajes que no sean varones blancos heteros vienen de sectores con unas características concretas. Por una parte, suelen estar también en contra de la ley de violencia de género, de la ley trans, y de la «versión oficial» respecto al COVID (comparten todos esos memes y noticias fake). Por otra parte, nunca antes, y nunca ahora en otros aspectos, se han preocupado por la libertad artística de los autores y las condiciones materiales que la permiten. Dicen que también está mal que robaran el papel protagonista de la serie Kung Fu a Bruce Lee, pero no se les escucha protestar por ello si tú no les sacas el tema; de eso no comparten memes. Nunca, por más que pudieran ser cristianos e incluso practicantes, e incluso conocedores de la Biblia, los verás protestar por un Cristo hebreo de ojos azules y pelo claro. Será que ahí se respeta la voluntad de Dios, su autor, y todo el mundo sabe que Dios es un hombre blanco hetero.
Dicen que se sienten ofendidos porque el cine forma parte de una agenda política que no respeta el arte. Acaban de descubrir la naturaleza de las grandes productoras; ya solo les falta meterse en una sala a ver algo de cine independiente, cosa que no han hecho nunca. Me gustaría ver a alguno de estos luchadores por la libertad creativa participar en un crowdfunding de un autor que quiera levantar una obra sin pasar por intermediarios que apliquen criterios de marketing. Me gustaría saber si admiran a Almodóvar, cuya inclusividad no seguía agenda política alguna; si les gusta su cine.
Entiendo que la mayoría no tenga ni idea de las esclavitudes del oficio, de cuántas veces los autores, para ver publicada o estrenada su obra, han tenido que ver cómo les editaban a un personaje gay, negro o mujer. Entiendo que no sepan cuáles son las esclavitudes de una producción y cómo la presión social ha afectado a lo artístico desde siempre; no tienen por qué saberlo. Quién sabe el peso censor que sintieron Tolkien y sus iguales. Lo jodido es que se preocupen ahora, por motivos machistas, racistas y homófobos. Es decir, que me gustaría saber si aquello que tan hondamente lamentan que se está perdiendo, el respeto al autor, alguna vez les importó un carajo.
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