Como el emperador del cuento, desnudo de corbata, asistió el presidente al primer debate en el Senado con una estrategia definida por su corte centrada en hacer oposición a la oposición. Hay que tener arrojo para que este primer cara a cara parlamentario lo centrara en refutar la gestión que ha dado como fruto cuatro mayorías absolutas en tierras de la meigas. Con esta feroz crítica, más que poner en duda la capacidad del presidente gallego puso en duda la capacidad de decisión de sus vecinos sobre su bienestar. Sea lo que fuere, quedó claro que Sánchez está centrado en Feijóo.
Las semanas previas al debate, su ejército de ministros calentaban el ambiente en el ocaso del verano. Las filas ministeriales cargaban de balas sus redes sociales. Hasta el ministro Iceta, entra haiku y haiku, colaba en un solo día una tirada de mensajes descalificatorios en twitter. Unas piedras, las de los ministros, que sirven para construir puentes entre el candidato popular y la sociedad, y que levantan fortalezas de sentido común y sensatez ante tanta improvisación y despropósito.
A la táctica de asalto hacia la persona y no hacia sus ideas y proyectos, le siguió la iniciativa del “me alegro que me haga esa pregunta”. No, no es nuevo que algunos dirigentes y personalidades coordinen con sus entrevistadores el sentido de sus preguntas, que veten temas para intentar salvar algún tema espinoso. El oyente o lector también lo agradece, evitando contestaciones con monosílabos, una tensión innecesaria o algún improperio por parte del entrevistado. Sin embargo, la pantomima con la que ha comenzado el presidente Sánchez su curso político, ha sido realmente inapropiada. Un casting que me hizo retrasar mi calendario nada más y nada menos que veinte años -¡cuánta razón tenía Chavela!, y es que se han ido en nada- cuando tuve la osadía a lo Sánchez, de participar en la selección en Operación Triunfo, donde no se nos elegía por nuestras cualidades musicales, cosa que tampoco hubiera inmutado mi fallido resultado final. Se buscaba un perfil, una imagen que abarcara lo más amplio de la juventud: paridad, conservadores, transgresores, negros, pelirrojos… Y así me imaginé a docena y media de asesores buscando a los 50 españoles elegidos “al azar” para acudir a Moncloa: el joven, el jubilado, el del pelo azul, pero eso sí, ningún crítico con el gobierno, ni preocupado por lo que tiene en vilo al país: la inflación, el desempleo o la cesta de la compra. Hasta la jefa de prensa del PSOE de Alcobendas tuvo más suerte que yo y fue seleccionada para representar este acercamiento al pueblo. El resultado ha sido justo el contrario del perseguido, demostrando la desconexión de este gobierno con la calle, ahondando en la falta de credibilidad del presidente y la continua incertidumbre que transmite en cada decisión que toma.
Para poder gobernar de manera eficiente hay que escuchar de verdad a los ciudadanos. Feijóo lo hizo con su banco azul, que acercaba a cada pueblo, a cada vecino, de Galicia. Y así lo hacen los alcaldes todos los días, que enfilan la recta final para el examen que tendrán el último fin de semana de mayo. Sánchez también lo intentó, acercándose a mi tierra, a Sevilla para escuchar a los vecinos de Pino Montano, uno de los pocos barrios que no llegó a teñirse de azul por pocos votos en las pasadas elecciones andaluzas. Un barrio con identidad propia dentro de la ciudad. Con su escala doméstica de bares de siempre, donde da el pistoletazo de salida la Semana Santa de Sevilla recibiendo en sus calles a la Virgen del Amor y a Jesús de Nazaret. No le debió gustar lo que escuchó, ni las vibraciones que sintió para tener que montar un innecesario cuento, que se identifica con la moraleja del traje nuevo del emperador: No debemos creernos que algo es verdad porque los nuestros lo dicen. Hay que ser valiente y honestos. Buscar en la crítica la capacidad de mejora, reivindicar la humildad y la sinceridad en política, como Hans Cristian Andersen dejó escrito para la eternidad. De obligada lectura.
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