Juanma Moreno logró ayer una victoria incontestable en las
elecciones andaluzas. Tanto su perfil moderado como su apelación a lograr una “amplia mayoría” que evitara depender de otros partidos, en especial de Vox, terminaron por calar en el electorado andaluz, que le ha concedido exactamente lo que él pedía:
cuatro años de gobierno sin sobresaltos. Una contribución que, en parte, hay que achacar igualmente a los partidos de izquierda con sus mensajes del "miedo a la extrema derecha", que son los que han decantado también la victoria en favor del PP, puesto que el incremento en 32 parlamentarios no se debe solo a la absorción de Ciudadanos, sino que procede también de votantes situados en anteriores comicios a la izquierda.
A Juanma Moreno le toca ahora corresponder a la encomienda, que es asimismo un desafío ante las incertidumbres económicas que ya se divisan en el horizonte. Solo le queda ponerse manos a la obra, ya que quienes tienen que analizar con más detenimiento el resultado electoral son los partidos de la oposición, empezando por
un PSOE que ha perdido un millón y medio de votos en diez años; pero también la izquierda, que ha visto reducida su representación parlamentaria como consecuencia de una división que solo podía ir en su propio perjuicio como se ha visto en el resultado: entre ambas se han quedado a dos puntos de
Vox, pero la candidatura de
Macarena Olona ha obtenido el doble de parlamentarios que
Por Andalucía y Adelante Andalucía.
Vox también deberá aprender la lección correspondiente: no todas las campañas se pueden diseñar desde Madrid, lo que le ha hecho perder peso e influencia parlamentaria pese a incrementar su representación en dos parlamentarios.
Y, por último, el adiós de
Ciudadanos, que no ha sido justamente valorado por la labor desempeñada en el Gobierno de coalición, y que parece condenado ya a la desaparición o a un papel residual, lastrado por el declive que viven las siglas a nivel nacional.
