Repaso y repaso. Releo y releo las palabras de un maestro. Un maestro de siempre, de los de antaño y de los de su tiempo. Un maestro de postguerra, espíritu libre en una dictadura política, moral y religiosa. Para poder serlo hubo de jurar los “principios del Movimiento Nacional” y no le temblaba ni el corazón, ni el pulso cuando de expresarse se trataba. Adalid de la creación literaria, cofundador de la revista “Bahía”, con inquietudes de anunciar un presente esperanzador enmarcado en el recogimiento de los sentimientos más íntimos y profundos; ferviente creyente en “el Jesús de Nazaret”, no en “su iglesia”, convencido profundamente del mensaje de Paz y Vida a las gentes de buena voluntad. Ese es, era, el Maestro Don Antonio Sánchez Campos. Su presencia se ha hecho más palpable, más sentida, en tiempos donde la interinidad docente briega por ser reconocida dignamente en su trayectoria profesional. Lleva años invocando el derecho a la estabilidad en el trabajo. Un derecho, que se le ningunea a ellas, y sin embargo es reconocido a toda persona trabajadora, que después de un tiempo corto de prácticas pasa a ser contratado fijo sin problema alguno.
Releyendo un recopilatorio de su obra poética, custodiado en la Biblioteca Nacional con el Título “Plus ultra”, con 345 páginas y ejemplares disponibles en Sede de Alcalá, puede toparse con dos poemas que mantienen la frescura de lo actual, a pesar del tiempo transcurrido desde que salieron de su pluma. El primero nos habla de la HUELGA y va dirigido tanto a quienes la secundan como a los que no. Poco hay que añadir al texto de D. Antonio, porque lo expresó meridianamente claro: “Hemos apisonado el valor de unos pocos que alzando una bandera quisieron levantar la vista al cielo.
No hubo un eco de carne palpitante que en la lucha emprendida prestara el corazón en la pelea y todo se quedó dormido en los estratos de la abulia.
Haría falta un yunque que surtiera el sentir de tanto pusilánime sin meta y tanto el mineral como la forja me temo, amigo mío, escaparon de España ya hace tiempo.
Porque todos, rebaño en la querencia, nos vamos sin morder al matadero.”
A los que van reconociéndoles “el valor de unos pocos”, “que en la lucha emprendida prestaran el corazón en la pelea”. A los que siguen la cotidiana tarea, simplemente constata que se quedaron dormidos en los “estratos de la abulia”. Y aunque suene a reproche que nadie se llame a engaño o se dé por aludido, ya que refleja el amargo reconocimiento de aquellos “pusilánimes sin meta” que cual “rebaño en la querencia, nos vamos sin morder al matadero”.
El siguiente poema se titula “FUNCIONARIO INTERINO”, donde muestra la imagen de quien “Irá por los despachos siendo casi un amago de silueta y dejando jirones de su vida en las uñas agudas de futuros apenas vislumbrados.
Recogerá miradas que impasibles verán cómo se esfuman las pocas ilusiones que queden aun latiendo en lo recóndito.
Pero no se alzará la mano amiga que levante al que cae en las simas profundas del abuso.
La insularidad será el nudo que apriete su garganta mientras dure la vena de sus años.”
Y es el mensaje de D Antonio el aviso a interinas navegaciones para que abandonando la “insularidad”, la “individualidad” sumen voluntades y de esta forma puedan romper, el nudo gordiano otrora, que comprime asfixiante las gargantas de tantas personas interinas injustamente tratadas, superando las “simas profundas del abuso” en el que la precariedad las hunde. D. Antonio, “funcionario de carrera”, sabe muy bien de lo que habla ya que él padeció muchos años el trato indigno de una situación precaria a quienes honrosamente trabajan interinamente la noble profesión docente.
Fdo Rafael Fenoy Rico
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