Desde que comenzara a dejarse sentir la crisis económica con la pérdida masiva de puestos de trabajo, Cáritas ha visto como se ha incrementado el número de personas que pasan por la parroquia de San Marcos en busca de ayuda, transformada en alimentos principalmente, siempre víveres de primera necesidad, o mantas y ropa.
A pesar de que el coordinador a nivel local, José Serrato, no lleva un censo concreto de dicho aumento, asegura que son muchas las familias que han comenzado a pasar por las dependencias de Cáritas desde unos meses hasta ahora. “Es un aumento considerable”, destaca. Pero distingue varios grupos bien diferenciados, “las personas que vinieron en su tiempo porque pasaron penurias y una mala época, pero que se repusieron y ahora vuelven a caer en la pobreza, gente que se ve en esta situación por primera vez, y por último, personas que en ningún momento han disfrutado de una buena economía que les haya dejado vivir con holgura y solvencia suficientes”.
Con todo, por el momento Cáritas no ha comenzado a tener problemas para poder abastecer a las familias que llegan pidiendo ayuda, pero consideran que, y debido a la disminución de las aportaciones (porque en mayor o menor medida todos los portuenses se ven afectados de alguna manera por la crisis), en unos meses se podrán ver justos a la hora de poder repartir la misma cantidad de alimentos que hasta el momento. Y es que, como bien indica Serrato, “estamos prácticamente en el embrión de esta crisis, y lo peor está por llegar”.
De todas formas, Cáritas mantiene unos requisitos mínimos a la hora de ofrecer ayuda a los ciudadanos necesitados. En primer lugar, no tener unos ingresos que superen los 500 euros mensuales, el certificado del INEM o la Seguridad Social en la que se dé a conocer la situación laboral de la persona en concreto que solicita ayuda, una fotocopia del DNI y el empadronamiento. Cáritas controla así que las personas beneficiarias de la benevolencia de los portuenses sean sus propios conciudadanos, “porque en otras ocasiones nos ha ocurrido que han venido de otras localidades cercanas, y los de aquí se quedan sin ayuda”, apunta.
José Serrato define a Cáritas no cómo la panacea de la ayuda “pero sí remediamos la situación de apuro de muchas familias”, por eso hace un llamamiento a la colaboración de los portuenses, con menor o mayor aportación, “porque tenemos que pensar que la necesidad no sólo viene en Navidad”, que es cuando ninguna familia debería pasar hambre o penurias, sino “todo el año. Tenemos que pensar en los abuelos que con pagas ridículas tienen que alimentar a sus hijos y nietos”.
Pide por tanto “que nos pongamos en el lugar de quien hasta hace poco vivía como nosotros y ahora tiene que quitar a sus hijos del instituto para ponerlos a trabajar, a pesar de que también es complicado, porque necesitan el dinero”.
Pero no es mucho más positiva la situación en el comedor de Sol y Vida. Las visitas diarias se han duplicado, lo que obliga a que haya más productos para ofrecer y más voluntarios para atender a las personas. En estos momentos no existe la clase social, y ya no ocurre como hace unos años, que sólo visitaban las instalaciones del comedor aquellas personas que se veían sin recursos o indigentes sin más. Ahora son familias cuyos salarios no cubren sus necesidades básicas las que necesitan de la ayuda de este espacio, que ofrece desayuno, comida y cena, incluso un servicio de ducha y ropa a las personas necesitadas que se pasan por el inmueble situado en la calle Cruces.
Cruz Roja también pretende aumentar sus recursos de cara a los meses venideros, pero ya es sobrada la experiencia, y ya han podido comprobar, como el Día de la Banderita, que los portuenses ahora son reacios a colaborar, no porque sean menos solidarios que antes, sino porque la mayoría no llega a fin de mes. A pesar de que las donaciones del Día de la Banderita sirven para cubrir los gastos de los distintos proyectos que la entidad a nivel local pone en marcha a lo largo del año, la ayuda a la persona necesitada es también uno de los objetivos de Cruz Roja.
Así, en general los colectivos sociales conocen de primera mano la realidad de la ciudad, pero entienden que el futuro próximo será peor y no cuentan con solvencia suficiente como para garantizar la ayuda en los próximos meses.