El mero hecho de entrar en el edificio sumerge al público en el pasado. La decoración del espacio, la luz y el olor dan lugar a que el visitante crea que está entrando en una casa de Cádiz “de las de antes”.
Y si el lugar es acogedor, sus trabajadores no lo son menos, entre otras cosas, porque son gente joven en su mayoría, con una apertura de mente que sólo proporciona el hecho de convivir con compañeros procedentes de varios países. Actualmente en la cámara oscura trabajan gaditanos, un inglés (John), dos chicas suizas (Cristine) y otras dos francesas (Clemons y Fanny).
Belén explicó a INFORMACIÓN que la plantilla es muy “multidisciplinar”. Hay gente de todas las edades y estados civiles, pero destaca el número de mujeres. De las once personas que hay contratadas en la Torre Tavira sólo dos son hombres, Antonio y John.
En cuanto a los requisitos que pone para contratar, la empresaria destaca sólo dos cosas. Por un lado, saber hablar al menos dos idiomas y ser personas “simpáticas y con dotes comunicativas”. No obstante, no hay un perfil de trabajador en la Torre Tavira, porque hay gente contratada a media jornada, a jornada completa, sólo los fines de semana, y gente que fluctúa, es decir, que han trabajado interrumpidamente a lo largo de los años por circunstancias personales.
Una vez dentro tienen que aprender a hacer de todo, desde atender a los visitantes en la recepeción, hasta dar una sesión de cámara oscura. Ayer era Antonio quien estaba en la entrada. Esta gaditano lleva desde 2005 trabajando en la Torre Tavira, y al estar constantemente tratando con el público recuerda múltiples anécdotas. La que más recuerda se produjo un día que estaba lloviendo a mares y entró un turista empapado para preguntar si en la azotea también llovía. En otra ocasión entraron preguntando si allí era donde vendían las corbatas y día sí día no entra gente para preguntar cuándo son los exámenes del Conservatorio de Música, que está justamente al lado.
Fanny es una joven francesa afincada en Cádiz. Asegura que se “enamoró” de la ciudad y de un gaditano cuando vino de Erasmus, tanto que se ha quedado a vivir. Aunque lleva muy poquito tiempo empleada en la Torre, desde septiembre, hace un balance muy positivo de estos meses. Con su acento francés-gaditano, cuenta que la gente “a veces se queda sorprendida por mi acento, sienten curiosidad y me preguntan por qué estoy en Cádiz”.
Laura y Begoña llevan seis años contratadas. Aseguran que lo que más le gusta de trabajar en la Torre son los compañeros, “porque hoy en día es muy difícil encontrar a buena gente con la que trabajar”. Anécdotas tienen de todo tipo. Laura cuenta que hace poco a una compañera le preguntaron cuántos alumnos tenía la Facultad de Medina y a Begoña le dijeron si sabía de qué material estaban hechos los azulejos de una de las cúpulas.
Ahora están pensando en cómo celebrar esta buena noticia, pero quieren que sea de una manera especial, “algo creativo”, explicó la empresaria, así que esperarán a primeros de febrero cuando la torre cerrará sus puertas durante una semana para hacer unas pequeñas obras de mejora. Mientras tanto continúa abierta, como siempre, de 10.00 a 18.00 horas.
Han sido unos meses de intranquilidad, “aunque no estabamos muy preocupados”, señaló Laura, “porque siempre he pensado que era difícil que saliéramos de aquí. Este proyecto es muy bueno y lo más importante, la ciudad lo siente como suyo”. Por lo pronto, habrá seis años más de cámara oscura, ampliable a 10.
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