La noticia conmovió a toda la nación, fue uno de los hechos más trágicos y desgraciados que pudieron ocurrir aquella aciaga noche del 11 de Marzo de 1991. ¿Quieren saber que ocurrió?
Durante unas prácticas militares los 130 militares de la Compañía de Esquiadores del Batallón de Cazadores III/65 de Barbastro salen a realizar unos ejercicios de alta montaña. Al mando se encuentra el capitán Luis Silvera.
Llegados a un lugar llamado Blanca de Paderna un alud se precipita sobre ellos, muchos logran salvar la vida excepto nueve infortunados que concluyen sus días bajo la blanca nieve de tan apartado lugar.
Pasaron los meses y el Diario del Alto Aragón informaba un 28 de Septiembre de 1992 de una investigación paranormal que se estaba llevando a cabo en un cuartel en Cerler. El Ejército negó tal circunstancia pero los lectores recordaron que en ese mismo lugar ocurrió la tragedia del Batallón de Barbastro el año anterior.
Y es que desde el trágico accidente el cuartel parecía “encantado”, según los soldados las luces funcionaban solas, se encendían y apagaban solas, se sentían fuertes golpes y las taquillas eran golpeadas con gran violencia… Los objetos se movían solos y una vez las treinta y seis ventanas del cuartel se abrieron a la vez…
Aquello se escapaba de la comprensión de los aterrados militares que incluso veían extrañas formas luminosas paseando por el cuartel: “Aquello era horrible. Mientras estábamos acostados, oíamos claramente cómo las puertas de las taquillas se abrían y cerraban solas, con mucha fuerza y como por arte de magia. En otra ocasión oímos pasos, pasos que sonaban cada vez más cerca, pero por más que mirábamos, no conseguíamos ver a nadie”.
Todo era especialmente virulento en los lugares relacionados con alguno de los nueves fallecidos aquella aciaga noche.
Un par de años después la actividad disminuyó significativamente sin que nadie pudiera explicar convincentemente que ocurrió en el cuartel en aquellas aterradoras jornadas. El Ejército silenció todo lo ocurrido pero la opinión pública y los investigadores sabían de la realidad paranormal de aquel cuartel en Cerler.
El investigador Javier García blanco recababa la información y hablaba con sus protagonistas, así en el portal “Mundo Misterioso” escribía:
“Aquella noche me tocaba guardia. Serían las dos o las tres de la madrugada. Estaba enfrente de la garita y tenía frío. Había un puerta con un candado que sonaba mucho, supongo que por el viento, ¿no?, me imagino. Bueno, y desde la garita yo veía “peña” ahí, en la montaña. Y tenía el cetme montado y con el cargador puesto, del miedo que tenía. O sea, allí no tenía que haber nadie, y arriba en el monte una luz, cuando allí no hay ninguna luz. Aquella luz se movía, bajaba, y de repente otra vez estaba arriba, y bajabas. Di novedades al cabo primero y se rio de mí, y yo dije, bueno, pues serán imaginaciones mías. Pero aquello quedó registrado en el libro de novedades.”
Eran las experiencias de Oscar Blasco Calvo a Mundo Misterioso y sigue el buen investigador maño: “han venido sucediéndose en las instalaciones del refugio militar de Cerler desde el verano de 1992. Desde aquellas fechas, la estancia en el refugio se ha convertido en un infierno para algunos de los reclutas y suboficiales allí destinados.
El fatídico accidente
Aunque los misteriosos y aterradores fenómenos se iniciaron en el verano del 92, todo comenzaba casi un año y medio antes, en marzo de 1991, cuando durante la realización de unas maniobras, tenía lugar un fatídico accidente en un pico cercano, en el que fallecieron nueve personas, siete soldados y dos suboficiales.
Era la mañana del lunes 11 de marzo de 1991. El Servicio de Protección Civil de Huesca había advertido el anterior viernes sobre el riesgo de aludes en el Pirineo aragonés durante aquellas fechas, como consecuencia de los recientes deshielos. A pesar de la advertencia, una expedición comandada por el Capitán Luis Sivera emprendía la marcha a las cinco de la mañana, con la intención de realizar unos ejercicios prácticos de “vida y movimiento invernal”. El grupo estaba formado por un total de 133 individuos, divididos en grupos de diez o doce personas. La gran mayoría de los soldados formaban parte de la Compañía de Esquiadores del Batallón de Cazadores de Alta Montaña III/65 de Barbastro. Pocas horas después, en un lugar conocido como pico Tuca Blanca de Paderna, en la Maladeta, se desataría la tragedia. Un alud de grandes dimensiones sepultaba bajo la nieve a gran parte de la expedición. Por fortuna, la mayor parte de los soldados pudieron salir por sus propios medios o ayudados por sus compañeros.
Desgraciadamente, nueve personas, siete soldados y dos suboficiales, perecían sepultados bajo la gran capa de nieve. Tras arduas labores de rescate en las que participaron más de 150 efectivos de los equipos especiales de la Guardia Civil y el Ejército, ayudados por perros rastreadores, los cadáveres pudieron ser rescatados, siendo custodiados temporalmente en el refugio militar de Cerler (lugar donde se encontraban alojados los miembros de la expedición), y más concretamente, colocados en el secadero destinado a la descongelación de los utensilios que son utilizados durante las maniobras.
Al día siguiente, 12 de marzo, se realizaba en las instalaciones del refugio militar el funeral por cinco de los soldados muertos en el accidente, todos ellos del Regimiento de Cazadores de Alta Montaña III/65 de Barbastro. Mientras, continuaban sin éxito las labores de rescate de los soldados que permanecían sepultados, los cuales no serían encontrados hasta días después.
Tras el trágico suceso, el Valle de Benasque y en especial el refugio militar de Cerler, volvían a la calma. Pero aquella paz no iba a durar mucho tiempo.
Los extraños rumores
A partir del verano del año 92, extraños rumores comenzaron a circular por el pueblo de Cerler y por la cercana población de Benasque. Si aquellos comentarios y afirmaciones eran ciertas, algunos de los soldados destinados en el refugio estaban sufriendo desde hacía cierto tiempo toda una serie de sucesos inexplicables que les mantenían totalmente atemorizados. Rápidamente, tanto los reclutas como los habitantes de la zona, relacionaron los terroríficos sucesos con el aún cercano accidente de Tuca Blanca. Por si fuera poco, al parecer, los fenómenos se producían con mayor intensidad en el secadero donde se depositaron los cadáveres y en la sala contigua, destinada al alojamiento y dormitorio de los soldados en determinadas épocas, especialmente durante maniobras.
El 28 de septiembre de ese año la noticia saltaba a los medios de comunicación aragoneses. El periódico oscense Diario del Altoaragón recogía en su portada una curiosa y llamativa noticia: “Cuartel de Cerler: Investigan la naturaleza de extraños fenómenos paranormales”. En las páginas interiores, el rotativo informaba ampliamente sobre diversos fenómenos extraños que según “fuentes militares” estaban siendo protagonizados por numerosos soldados alojados en el refugio de la pequeña población del Pirineo. El diario hacía también mención a la puesta en marcha de una investigación, que tendría la finalidad de esclarecer los hechos, así como la solicitud por parte de las autoridades militares del envío de un equipo de parapsicólogos procedentes de Barcelona con la misión de esclarecer todo el asunto.
Según las informaciones vertidas por el Diario del Altoaragón, los soldados tenían que vérselas casi a diario “con ruidos, taquillas que se abren y se cierran solas, sombras que se desplazan de un lugar a otro durante la noche y objetos que se caen sin motivo aparente”, entre otros fenómenos inexplicables”.
Es uno de los casos más escalofriantes que se han tenido constancia dentro de unas instalaciones militares, con una buena cantidad de testigos con todo el crédito y solidez en su relato y que, desde luego, es una de esas modernas historias que no deja indiferente a nadie.
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