Casi un año después del golpe de Estado militar en Birmania (Myanmar), el encarcelamiento esta semana de dos nuevos reporteros vuelve a exponer la dramática situación que viven los periodistas en el país, condenados al exilio y la clandestinidad para evitar represalias de la junta militar.
Ko Zaw y Ma Moe Myint, redactores del diario digital Dawei Watch, fueron arrestados en sus respectivos domicilios en la ciudad de Dawei, al sur del país, junto al diseñador de páginas web Ko Thar Gyi, en la noche del 18 al 19 de enero sin que se hicieran públicos sus cargos, según el portal Democratic Voice of Burma.
"Las autoridades de Birmania deben responder por Ko Zaw, Ma Moe Mwint y Ko Thar Gyi, retirar cualquier cargo en su contra y liberarlos de inmediato. La junta de Birmania debe parar de acosar, encarcelar y matar a periodistas", denunció Shawn Crispin, representante del Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ) en el Sudeste Asiático.
En su último informe anual de 2021 esta organización situó a Birmania como el segundo mayor carcelero de periodistas en el mundo, por detrás de China, cuando en 2020, antes del golpe de Estado, ni siquiera aparecía en la lista.
La CPJ identificó a 26 periodistas aún bajo custodia de las autoridades sobre más de un centenar arrestados en algún momento de los últimos doce meses, aunque estima que la situación "es peor de lo que sugiere ese total".
Muchos de ellos están acusados de violar el artículo 505(a) del código penal, una de las primeras leyes que promulgó la junta y que castiga con hasta tres años de prisión los delitos de incitación a la rebelión y la difusión de "noticias falsas".
La aprobación de ese decreto en febrero fue, según muchos analistas, el pretexto para arrestar periodistas a discreción, como comenzó a ocurrir a los pocos días, con un goteo incesante desde entonces de reporteros detenidos y medios obligados a cerrar.
Algunos adquieren más repercusión mediática, en especial los extranjeros, como el estadounidense Danny Fenster, que tras ser condenado a 11 años de prisión fue liberado en noviembre tras una intensa campaña internacional.
PERIODISTAS MUERTOS
El arresto de periodistas se ha enmarcado en una política más amplia de silenciamiento de cualquier forma de disidencia en el país, simbolizado desde la mañana del golpe del pasado 1 de febrero por el arresto de la depuesta líder del país, Aung San Suu Kyi.
Según la Asociación para la Asistencia de Presos Políticos de Birmania, 11.665 personas han sido arrestadas de forma arbitraria desde el golpe y 1.488 personas han muerto a manos de las fuerzas del orden.
Entre ellas se encuentra al menos tres profesionales de la información que perdieron la vida en los dos últimos meses, según Reporteros sin Fronteras (RSF).
El primero fue el fotógrafo Soe Naing, fallecido el 14 de diciembre, cuatro días después de ser arrestado mientras realizaba fotos de la huelga de silencio convocada por organizaciones prodemocráticas en Rangún, la ciudad más poblada.
Once días después, el día de Navidad, Sai Win Aung, editor del Federal News Journal, murió por un ataque del Ejército birmano mientras cubría el enfrentamiento cerca de la frontera con Tailandia con la Fuerza para la Defensa del Pueblo, la milicia formada por la oposición al régimen militar.
La tercera baja de estos dos meses fatídicos para la prensa birmana fue Pu Tuidim, editor del portal de noticias Khonumthung Media Group en el conflictivo estado Chin, donde el pasado 9 de enero fue secuestrado y ejecutado por miembros del Ejército, días después de haber denunciado en un artículo cómo los soldados usaban escudos humanos en sus enfrentamientos con las guerrillas.
EXILIO FORZOSO
Ante un panorama tan oscuro, a los periodistas independientes que no quieren plegarse a la autoridad no les queda más alternativa que abandonar su oficio, exiliarse o ejercerlo en la clandestinidad, a menudo en zonas controladas por grupos armados disidentes.
El antiguo corresponsal de Efe Mratt Kyaw Thu vivió ese infierno en los primeros meses del año, cuando tuvo que abandonar Rangún por la persecución de las fuerzas de seguridad y, tras esconderse varias semanas en la selva, terminó en España, donde ha pedido asilo político.
Mientras los medios digitales sobreviven a duras penas, con sus periodistas ocultos o huidos, la presión sobre la prensa forzó el cierre de los últimos periódicos independientes en papel y han dejado como única opción impresa los rotativos oficiales del régimen.
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