Casi tres años han pasado ya. Tres años en el que por las calles de un pueblo tan pequeño y acogedor como El Campillo no deja de hablarse. Aún recuerdo cómo saltaba la voz de alarma por una joven profesora desaparecida después de salir a correr. No queríamos imaginar lo que finalmente pasó, pero todos los indicios apuntaban a ello. Un miedo que inundó aún más los corazones de todas las mujeres que, por las circunstancias, nos vimos reflejadas en Laura, aquella profesora que abandonó su ciudad natal por perseguir su sueño vocacional, el sueño de ser profesora y de poder educar a las futuras generaciones. Sin embargo, su destino le hizo toparse con uno de tantos monstruos de los que a día de hoy existen. De esos que temes encontrarte de noche cuando vuelves sola a casa, de esos de los que intentas huir cuando vas a correr, de esos de los que desconfías cualquier día por cómo te miran, de esos que pueden asaltarte a la vuelta de la esquina. Y qué triste que tengamos que decir adiós a personas inocentes y qué cruel que esas vidas tan solo sean un número de años entre rejas y luego, vuelta a la libertad. Después de haber silenciado una vida, después de haber roto una familia, después de tanto daño… al menos que haya justicia. Al menos que cambie el sistema. Al menos encerremos a esos monstruos de por vida.
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