Ya se ha visto que de nada sirven miles y miles de firmas pidiendo que venda el club de una puñetera vez, de nada servirá tampoco esa congregación de valientes que, desafiando a los elementos, ha querido alzar su voz intentando salvar a un Xerez que se muere a chorros. ¿Quién escucha sus lamentos? ¿Quién moverá un dedo para realizar sus reivindicaciones? Pero ¿alguien asegura que el remedio no pueda ser peor que la enfermedad? Hay quien dice que “peor que lo actual, es imposible”. No se debe olvidar que eso mismo se dijo cuando estaba Oliver, y llegó Silgado y lo hizo bueno, y ahora este señor que está de vacaciones en Linares, ha puesto a sus antecesores en los mismos altares. A sus muchos defectos, hay que añadirle los de la tozudo y vengativo. El Xerez puede que pronto baile al son de tango, que su cúpula, tanto institucional como puramente deportiva, respire aires criollos y que en Chapín, en vez de Ismael Jordi cantando el himno del Xerez, escuchemos la voz de Carlos Gardel entonando el “adiós Pampa mía”. Que suceda lo mejor, o en todo caso, lo menos malo.
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