Hace más de un siglo que el ingeniero norteamericano Henry Ford se propusiese revolucionar la industria del automóvil, para llevar este novedoso sistema de transporte a cada casa. Esta revolución cambió el concepto de viajar, la magnitud de las distancias y probablemente fue uno de los cambios más significativos que experimentó la sociedad en mediados del siglo XX.
En la actualidad tenemos en España más de 24 millones de turismos matriculados, número que ha ido incrementándose de media un 2% en los últimos años. La media del parque móvil nacional es de 13,2 años, la mayor de la comunidad europea. El coste de adquisición de un vehículo ha aumentado muy por encima del IPC, debido entre otras cosas al incremento de tasas asociada a la matriculación.
En esta crisis energética, aunque la electricidad sea la que ocupe los principales titulares, la gasolina no se ha quedado atrás y ha experimentado una subida de record. Todo ello agravado con la amenaza del gobierno de penalizar la compra y mantenimiento de coches diesel, que ellos mismo se encargaron de promocionar porque iba a ser la revolución de combustible del siglo XXI.
El último capítulo de esta serie de catastróficas desdichas lo protagoniza de nuevo el gobierno que acaba de anunciar que va a gravar todas las autovías, que el coste de manutención de estas no debe salir de los PGE sino de los usuarios de estas. Esto es la teoría de la disociación, en su día nos subieron los impuestos para crear esta misma red de autovías y su mantenimiento, pero como actualmente ese dinero va destinado a otros gastos de dudosa necesidad, se tiene que pedir unos ingresos extras para mantenerlas, que ayudará a alimentar la ola de inflación que estamos viviendo en nuestro país debido a una administración caníbal que no valora el esfuerzo del sector privado.
La compra de un coche nuevo se ha convertido en casi un lujo, al que ya muchas familias no pueden aspirar. De hecho, esta subida ha hecho que crezcan negocios alternativos, como son la compraventa de turismos de segunda mano o la financiación en forma de leasing y renting de los mismos. Esto último no es positivo porque el sobrendeudamiento de una sociedad que ya está muy machacada por una crisis que casi estábamos olvidando como fue la de 2008, lo único que hace es que este mucho más expuesta.
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