Vale, hablemos claro, pensar que el hecho de que gane las elecciones una opción de “izquierdas” va a cambiar las cosas, es un error y una ayuda a quienes de verdad manejan el sistema.
Y, ¿quiénes son los que manejan el sistema? Aquellos que de verdad mandan, por encima de gobiernos e instituciones. Esos que, pase lo que pase, no dejan de ganar miles de millones cada año a costa de lo que sea.
Y, ¿por qué les ayuda creer que algo va a cambiar? Porque dado que no lo hará, les hará ganar resultados en su estrategia general.
Y, ¿cuál es esa estrategia? Esa estrategia, finamente urdida y perfeccionada con el tiempo, no es otra que reducirlo todo a dos máximas:
1.- No existen los ciudadanos, existen los consumidores. Compradores identificables apenas con un número, un dato en una estadística de marketing, a quienes basta con convencer de que su felicidad y su bienestar dependen solo de poseer más cosas. Más que ellos mismos hace algún tiempo y, por supuesto, más que sus vecinos.
2.- Nada de lo que podamos hacer va a cambiar esta realidad, por lo que no merece la pena perder tiempo en ello. Dedícate a vivir lo mejor que puedas, que la vida son dos días, y, como dicen en mi tierra, “
el que venga atrás, que arreé”
Lamentablemente esto es así y se puede corroborar si echamos la vista atrás, al pasado más inmediato, para descubrir como los márgenes de movimiento de los diferentes gobiernos han sido aquellos que los grandes poderes económicos les han permitido. Lo que a veces se nos ha vendido como un logro o un avance en materias sociales no deja de ser una leve concesión para mantener la inercia y devolver la calma a las masas, que por lo demás no es que revolucionen mucho últimamente, salvo honrosas excepciones.
Por otro lado la segunda de las dos máximas enunciadas más arriba provoca algo más en la ciudadanía, y es la desafección por la política lo que lleva a la alta abstención y el surgimiento de movimientos y partidos extremistas que capitalizan el cabreo general sin aportar nada a cambio, simplemente buscando chivos expiatorios que, si os dais cuenta, en realidad nunca son los verdaderos culpables de la situación. Hacer creer por ejemplo a quien no tiene casi nada que el culpable de su situación es quien tiene aún menos y no quien lleva muchos años acaparándolo todo es sin duda un enorme ejercicio de habilidad, pero una habilidad que conlleva generar odio y discriminación hacia quienes no son sino víctimas iguales del sistema.
Y para esa estrategia solo contemplan dos tipos de elementos: por un lado los que les ayudan a llevarla a cabo, consciente o inconscientemente, y los que ponen de vez en cuando la voz de alarma y remueven las conciencias.
Para ellos términos como “bien común”, “bienestar”, “servicios sociales”, “solidaridad”, “justicia” … son solo bonitas palabras que ya se encargan ellos de vaciar convenientemente para que pierdan todo el significado que tienen en la boca de la ciudadanía para que cuando lleguen a los oídos de las instituciones no signifiquen nada, precisamente porque significan mucho y deben ser silenciadas.
Todo lo demás son solo objetos explotables de su relación con el mundo, ya sean personas, animales, entornos y hábitats, recursos, etc.
Así que ya sólo queda una pregunta, ¿tú qué vas a ser?
David Palomino
Equo Verdes Jaén