Como siempre que se entra en un nuevo año no podemos evitar dejarnos, al menos, seducir por la idea de cambiar nuestra vida a mejor en algún aspecto. Es este un asunto recurrente en los noticiarios huérfanos de contenidos por las fechas navideñas: dejar de fumar, bajar de peso, hacer deporte… Podría llenarse esta columna durante meses con los deseos, retos y proposiciones que nos planteamos. Aunque, como es sabido, muchas de ellas serán abandonadas relativamente pronto. Buena parte de las personas vuelven a caer en la frustración de sentirse incapaces de conseguir ese anhelado cambio. A veces, es nuestra falta de constancia, otras son las circunstancias que nos rodean…En cualquier caso, numerosas son las personas que se preguntan cómo pueden conseguir de verdad un reto, cómo se puede crear un hábito que haga raíces en nosotras y que pase a formar parte de nuestra rutina habitual.
Pero este año 2019 podemos felicitarnos porque desde el 1 de enero hay algo que sabemos fehacientemente que va a cambiar. Algo que no depende de nuestra fuerza de voluntad, perseverancia, orgullo, dignidad, tozudez. O quizás sí.
El Consejo de Ministros aprobó el 21 de Diciembre en Barcelona el Real Decreto por el que el salario mínimo interprofesional (SMI) subirá de 736 a 900 euros mensuales en todas las pagas –900 euros si es en 14, 1.050 euros si es en 12- a partir del 1 de enero, lo que supone un aumento del 22,3% y su mayor alza desde 1977. Así, aumentará en 164 euros mensuales.
Este incremento del SMI es fruto del acuerdo que alcanzó el Ejecutivo con Unidos Podemos (EQUO, IU y Podemos) para los Presupuestos Generales del Estado de 2019 y beneficia a casi 2,5 millones de trabajadores, más de la mitad de ellos, el 57%, mujeres. De esta manera se contribuirá a reducir la brecha de género.
Se trata de una medida que va a cambiar, al menos en una pequeña parte, la vida de millones de ciudadanas de este país que trabajan y tienen que (mal)vivir con un sueldo paupérrimo e indigno. Una medida que no ha tardado en ser discutida, cuestionada, criticada y puesta en tela de juicio por los empresarios y por la cada vez más populista derecha. Será que estos 2,5 millones de trabajadoras no son españolas o será que viven por encima de sus posibilidades… Será que aquellos que criticaban esta iniciativa ya creen que hicieron bastante con la Gran Recogida anual para los Bancos de Alimentos que les dejó la conciencia bien tranquila para sobrealimentarse y consumir de forma insultante como si no hubiera vida más allá de las campanadas.
Ni qué decir tiene que los mayores beneficiados de este aumento de sueldo son aquellos con sueldos más bajos y quienes con más fuerza han sufrido las embestidas de la crisis, entre los que se encuentran sectores como el comercio y la hostelería.
Si esta medida resulta importantísima para todos los españoles, para Andalucía se antoja vital. Según el 7º Informe sobre el estado de la pobreza en Andalucía (Octubre 2018), elaborado por la Red Andaluza de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social, hay medio millón más de andaluces pobres que en 2008. Un millón vive en situación de pobreza severa con menos de 327 euros al mes. Una pobreza severa que afecta a 3 de cada diez personas trabajadoras, que sobreviven con contratos precarios. Más de tres millones de personas se encuentran en riesgo de pobreza y exclusión en la comunidad andaluza, exactamente un 37, 3 por ciento de la población, según la tasa AROPE (At Risk of Poverty or/and Exclusion). Nuestra comunidad tiene la tercera peor tasa de pobreza de España, más de diez puntos superior a la media. Andalucía es la primera comunidad en ejecuciones hipotecarias (7.002 en 2017) y en desahucios por impago de hipotecas (5.150). Los desahucios por impagos de alquiler subieron un 8 por ciento hasta los 4.713.
Un 8, 4 por ciento de la población andaluza no puede permitirse mantener la casa a una temperatura adecuada y un 16 por ciento apenas consume energía para evitar el gasto que supone, lo que sitúa a Andalucía en la tercera comunidad con mayor tasa de pobreza energética. La remuneración media en Andalucía es de 14.868 euros al año, frente a los 18.835 de la media estatal. Trabajadores pobres en la España del milagro económico.
Datos que, más allá de la frialdad de los números, son un clamor que no debería ser acallado o distraído por mordaza o bulo alguno. Porque los desahucios, la mala nutrición, la insuficiente calefacción, etc. degradan las condiciones de vida y provocan muertes.
En EQUO somos conscientes de que la subida del SMI a 900 euros no le va a solucionar la vida a estas personas, pero sí debemos felicitarnos por el hecho de que esta medida haya podido ver la luz y con ella se reduzcan las desigualdades y los niveles de exclusión social y de igualdad de género. Para EQUO, como representantes de la ecología política y comprometidos incondicionalmente con el buen vivir, es una satisfacción poder ser uno de los agentes posibilitadores de que este invierno millones de familias vayan a poder aumentar su consumo de proteínas más allá del sonrojante dos veces por semana, o de que puedan calentar su casa a una temperatura mínimamente confortable.
Todo ello en un país donde las SICAV tienen una fiscalidad testimonial y donde la banca, rescatada con dinero de todos los contribuyentes, no ha devuelto un solo euro a pesar de llevar varios años con crecimiento de sus beneficios cercanos al 15% (más de 20.000 millones de euros de enero a septiembre de 2018).
En este escenario, la derecha pretendía dejar el SMI en apenas 700 euros. Cabría preguntarse si eso es eso ser un buen español. O un buen andaluz. ¿Y un buen cristiano? Pero no se preocupen ustedes que este año lo mismo cambiamos el coro de ministros por otro de consejeros que nos canten “Soy el novio de la muerte” a pulmón henchido.
Miguel Báez Villa
EQUO Málaga
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