Los niños invisibles

Publicado: 08/05/2018
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Andalucía más que verde

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Todos sabemos que esta sociedad consumista basa su poder es hacer creer que necesitamos algo cuando hasta ese momento no sabíamos que lo necesitábamos
Es cierto eso de que cuando un bebé llega a nuestras vidas la pone patas arriba, no solo en lo físico, sino también porque nos hace ver parte de la sociedad que hasta ese momento no habíamos visto. No quiero decir que nos haga más sabios ni más listos, pero si más conscientes de que a veces la sociedad invisibiliza a los niños, convirtiéndolos en meros productos de consumo.

Todos sabemos que esta sociedad consumista basa su poder es hacer creer que necesitamos algo cuando hasta ese momento no sabíamos que lo necesitábamos, y con la llegada de un bebé la cosa se multiplica, porque hay mil cacharos para diferentes cosas: de diseño, clásicos, automáticos, modelitos de ropa para si queremos vestirlos como artistas… Pero se olvidan de algo muy importante: dar espacio y tiempo no solo a esos niño, sino a toda la red de apoyo de esa nueva vida.

Cuando un bebé llega a tu vida abres los ojos a esa otra cara de la ciudad: una ciudad que no está pensada para un carrito -y ya no hablemos de las silla de ruedas, eso da para otra reflexión-, con ciudades con aceras estrechas, paseos mal pavimentados, calles solo para coches y escaleras en todas partes. Una ciudad que nos hace sentir fuera de lugar. Y la cosa no mejora cuando vamos a sitios públicos, cuando se necesita una trona en un restaurante, o un cambiador de bebe en un baño. ¡Oh! Los cambiadores de bebes, esos olvidados. A ver, si es obligatorio un baño para personas con diversidad funciona, ¿por qué no es obligatorio instalar cambiadores de bebes? ¿Por qué tenemos que desnudar a nuestros hijos en salas frías rodeados de desconocidos? ¿Y dónde dejamos a los padres que ni siquiera disponen de cambiadores en los baños de hombres?

Necesitamos baños adaptados, pero no para la lactancia, para la que quiero sitios tranquilos y cómodos, que no tengamos que entrar un bar y consumir para dar el pecho. Necesitamos ciudades con bancos, sitios resguardados donde cualquiera pueda sentarse con sus hijos, pareja o amigos a charlar, ver la gente pasear y admirar la belleza que nos rodea. Necesitamos más parques, con árboles que den sombra y actividades para todos. Necesitamos vivir la calle y disfrutar de la cuidad. Necesitamos ciudades amables.

Por desgracia los sitios públicos parece que se van quedando atrás en esto de conciliar. Lo más indignante que he visto fue en una estación de Renfe donde no había cambiador de bebé, pero sí una máquina de condones y juguetes sexuales. Otra vez primando el consumo en vez del confort y bienestar de los ciudadanos.

Estamos por aquí tan poco acostumbradas a ser tenidas en cuenta que incluso me emocionó encontrar en alguna tienda de decoración sueca una sala familiar, con sillón para la lactancia y cambiadores hasta en los baños de hombres. Sin duda nos llevan años de ventajas, años de respeto y de buen hacer.

Es triste ver cómo esta sociedad de consumo, la nuestra, se olvida de que todos fuimos niños y niñas: con ganas de ir de paseo, con ganas de explorar y conocer, ganas de jugar en la calle. Y no solo porque queríamos, sino porque era un derecho inalienable. Un derecho que tiene la infancia: derecho a tomar la teta en tranquilidad, a tener intimidad en un baño; derecho a que los cuiden, ya sea su madre, su tío o su abuelo; derecho a poder sentarse con su familia en la mesa en un restaurante y derecho a gritar de felicidad. Todos estos derechos cada vez más se están haciendo más invisibles en las ciudades. Cada vez nacen menos bebés, pero es que esta sociedad va muy rápido y los bebés necesitan tiempo y espacio.

Por suerte dentro de esta invisibilidad ha aparecido una fuerza: los grupos de crianza. Grupos de apoyo a la lactancia, grupos de padres y madres en los colegios, personas que buscan espacio y tiempo para criar en el respeto. Porque los bebés, los niños y niñas y las familias de apoyo también somos ciudadanos que queremos disfrutar de las ciudades, de los espacios y de nuestros hijos. Y no queremos ser consumistas en un modelo de sociedad que compite por ver que niño come mejor, cuál anda primero o va más guapo. Queremos que los niños y niñas crezcan en equilibrio con el planeta, que sean parte de la solución y no del problema. Porque recordemos, no solo debemos dejar un mundo mejor a nuestros hijos e hijas, sino también un mejor hijo a este mundo.

Sara Algaba Maye

Coportavoz de EQUO Cádiz y madre

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