El cambio climático, la mayor amenaza para nuestras vidas y para las generaciones futuras, ha venido para quedarse en la agenda política y social. Aunque si no actuamos rápido y de forma efectiva en Andalucía el cambio climático seguirá avanzando hasta convertirnos en un desierto. Ya está avisando: este año ha sido mes a mes el año más cálido registrado y posiblemente será el verano más largo de la historia. Las elevadas temperaturas nos van a llevar a un noviembre donde habrá gente en la playa y los puestos de mantecados y castañas que por estas fechas ya estaban llenos, este año están desiertos. El año hidrológico va a terminar con mínimos históricos de precipitaciones, con acuíferos salinizados que tardarán en recuperarse décadas y lo peor de todo, sin haber aprendido nada para los años próximos que no serán mejores.
Con este panorama nada alentador presenta la Junta de Andalucía un proyecto de Ley de cambio climático en Andalucía. A priori podría parecer una propuesta magnífica de un gobierno comprometido con su tierra y las personas que la habitamos, pero basta con rascar un poco la capa de pintura verde de esta ley para ver que viene tarde y mal.
Viene muy tarde porque han pasado tres años desde que se presentara el borrador y porque el consejero prometió sacarla antes. Aunque de las promesas de este gobierno, desgraciadamente hay que creerse la mitad. El presupuesto y el tiempo que se gastaron en celebrar las Jornadas sobre Cambio Climático en Huelva el pasado mes de mayo se podrían haber invertido en sacar la ley antes. Porque esas conferencias a la Consejería solo le han servido para lavar su imagen a costa de nuestro dinero.
Viene mal porque los valores marco que esta ley toma como referencia son de 2005, un año especialmente negativo para el clima pues las emisiones de gases de efecto invernadero fueron muy elevadas. Y además, la ley habla de bonos de derechos de emisión. Los bonos de emisión se crearon tras el protocolo de Kyoto y han demostrado ser completamente ineficaces en la luchar por rebajar las emisiones de CO2 y otros gases que contribuyen al cambio climático. Los bonos de emisión permiten a las grandes economías contaminantes seguir emitiendo a cambio de dinero, y en detrimento de las pequeñas economías con menor capacidad económica para invertir en su descarbonización.
Andalucía es una de las regiones de Europa más afectadas por el cambio climático, además de tener las mejores características para invertir en energías renovables: tenemos más horas de sol que ninguna otra región e importantes zonas de viento. Sin embargo no lideramos en renovables y no se nos espera, algo incomprensible en una región que en 2050 podría ser en gran parte pasto del desierto. Ya nos está avisando nuestra tierra: la sequía asociada a máximos históricos de temperaturas no son baladí y de no hacer algo contundente la solución al cambio climático cada vez estará más lejos. Reducir las emisiones de gases de efecto invernadero para 2030 un 18% con respecto a las de 2005 nos situaría en unos valores superiores a los de Kyoto, algo inasumible.
Luchar contra el cambio climático supone abrir una ventana de oportunidades laborales. Esto nos debe animar, en una tierra tan mermada por el desempleo, a ser más ambiciosos en nuestros objetivos. El cambio climático es el mayor reto del S.XXI y afecta especialmente a las mujeres y a las generaciones futuras. La única forma de hacerle frente es con gobiernos convencidos del problema y de la necesidad de trabajar contra él como prioridad. Tanto el PP en el gobierno central como el PSOE en el gobierno Andaluz, con una ley muy laxa, están demostrando una gran incapacidad para frenar el cambio climático. Los ecologistas llevamos mucho tiempo alertando de la necesidad de luchar contra este fenómeno, pero más de 20 años después de las primeras reivindicaciones, hay que luchar con mucha más fuerza. Al cambio climático sólo se le puede ganar si vamos unidas y con paso firme.
Francisco Sánchez Molina
Coportavoz de EQUO Andalucía