¿Se puede hablar de energía, paz y derechos humanos? Sí, se puede. De hecho los ecologistas llevamos toda la vida hablando de ello, y lo hacemos porque es la piedra angular de todo el sistema en el que vivimos. No porque no nos gusten las eléctricas y queramos acabar con el chiringuito de unos pocos, que tampoco nos gusta el sistema eléctrico por lo injusto que es, pero eso daría para otro artículo y no es el objeto de éste. Yo me voy a centrar en el primer eslabón de la cadena energética: la fuente de la energía.
Sabemos que en función del origen de la fuente de energía se pueden clasificar en renovables o no. Las renovables no se agotan y las no renovables sí. De ambas cosas estamos seguros, o eso parece. Las primeras tienen bajo impacto ambiental y las segundas tienen mucho. De ambas cosas estamos seguros, o eso parece. Las primeras tienen menor coste que las segundas. De esto también estamos seguras, o eso parece. En España, las primeras se producen en el lugar de consumo, gracias al sol, el viento y las mareas; las segundas, en países extranjeros a grandes distancias. En España, y más concretamente en Andalucía, hay muchas horas de sol, zonas con mucho viento e importantes mareas. Esto último también lo sabemos.
Si sabemos todo esto y sabemos que hay países que vulneran derechos humanos además de financiar grupos terroristas que nos azotan, ¿por qué seguimos apostando por el petróleo? ¿Qué intereses tiene nuestro Gobierno central para no haber instalado potencia renovable desde 2012? ¿Y Andalucía? ¿Por qué la segunda comunidad autónoma con más superficie no es la segunda comunidad que más energía renovable aporta al global español? Además si tenemos en cuenta nuestra geografía y nuestro clima, no se entiende cómo Andalucía no lidera el listado de comunidades con más potencia renovable instalada.
Andalucía podría estar aportando mucho al mundo apostando seriamente por las energías renovables. Por un lado, con la desobediencia al Gobierno central en materia energética. Por otro, liderando la lucha contra el cambio climático. Sin postureo de grandes citas, sino con el trabajo de una hormiga: constante, silencioso e implicando a la comunidad. Además, a todo esto se le suma que la energía que consumimos procede, en su mayoría, de gobiernos poco transparentes que vulneran los derechos humanos. Más de la mitad del petróleo que consumimos viene de los países de la OPEP, que es el único cárter legal que existe en el mundo. Fíjense hasta que punto somos esclavos del petróleo que unos cuántos países controlan las economías mundiales. El simple hecho de importar energía hace que nuestro déficit comercial se dispare y que tengamos que ser doblemente dependientes de países como Arabia Saudí: necesitamos comprarles petróleo para satisfacer nuestras demandas energéticas y a su vez necesitamos venderles armas para equilibrar nuestra balanza comercial. La energía nuclear merece un capítulo aparte, pues sin ella se reducirían considerablemente las demandas de Uranio, no existirían pretextos para extraerlo ni para fabricar armas que amenacen la seguridad mundial.
La escalada de violencia que vivimos actualmente, los incumplimientos de los derechos humanos deben cesar. Tenemos que construir un mundo que supere las amenazas del cambio climático y de la tercera guerra mundial que se nos viene por la ineptitud y la arrogancia de políticos que gobiernan con sus partes y no con el cerebro ni el corazón. Iniciemos la carrera de la paz, iniciemos decididamente y sin miramientos la transición a las energías renovables, las energías del presente, la energía de la paz. Si España no empieza, que lo haga Andalucía, que como dice nuestro himno, está llena de personas de paz.
Francisco Sánchez Molina
Coportavozde EQUO Andalucía