En román paladino

Reforma, no contrarreforma

El acto en el Congreso de los Diputados tiene ese aroma  del pasado que asusta

Publicado: 06/12/2018 ·
22:03
· Actualizado: 06/12/2018 · 22:03
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Autor

Rafael Román

Rafael Román es profesor universitario, miembro del PSOE, exconsejero de Cultura y expresidente de la Diputación de Cádiz

En román paladino

El autor aborda en su espacio todos los aspectos de la actualidad política tanto de España, Andalucía y la provincia de Cádiz.

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España nunca ha podido conmemorar la continuidad de un régimen democrático de calidad y sin trampas durante cuarenta años seguidos. Ya eso es una sorpresa en un país de Europa occidental. Se podrá criticar que el sistema de partidos se ha viciado, que ha habido corrupción, que la democracia no ha sido ni mucho menos perfecta, que el partidismo y el sectarismo han maleado  a las instituciones…todo eso es cierto. También es un hecho más que verídico que nunca desapareció la libertad de prensa, ni la de expresión, ni la libertad de crear partidos políticos ni asociaciones de cualquier género.

Hay quién habla de una historia de éxito para hablar de este periodo histórico de los últimos cuarenta años. Desde luego no se pueden comparar con los cuarenta anteriores. Es un dislate ni siquiera decirlo. El progreso es más que evidente por clamorosamente indudable. La comparación es inútil por innecesaria.

El acto de ayer en el Congreso de los Diputados tiene ese aroma  del pasado que asusta. Los Reyes Eméritos ya muy mayores,- ese mismo día acusados de irregularidades por algunos partidos -, los parlamentarios de las primeras legislaturas y los todavía padres de la Constitución que sobreviven lógicamente entredós en años…pero la realidad es también otra. Desde el nuevo Rey a la totalidad de los líderes de los partidos nacionales – PSOE, PP, CS y Podemos- son jóvenes de en torno a los cuarenta años. Niños o no nacidos cuando se aprobó la Constitución de 1978, pero con la tarea de ser capaces de afrontar su renovación, su reforma. Si se sienten incapaces de afrontar ese reto que dejen paso a personas con capacidad de entendimiento y diálogo para darle a España otros cuarenta años de estabilidad, fortaleza y proyección en el mundo y, sobre todo, con la capacidad de dar contenido a las demandas de una modernización social. Los derechos sociales que están en letra impresa en la Carta Magna necesitan una plasmación que acerque a la Constitución a la realidad que viven las personas.

Las próximas elecciones generales están cerca  y eso hace imprescindible plantear en los programas y discursos electorales más que vetos, insultos, reproches, retrocesos y  más una espantosa marcha atrás que se ha colado de rondón en la vida de España, empezando por Andalucía – un aliciente de esperanza y de autenticidad que haga a los ciudadanos confiar de nuevo en la política.

 

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