“Cuando la batalla se recrudece, se prueba la lealtad del soldado”. Martín Lutero.
Con el paso de los años uno se hace selectivo en casi todo porque no es cuestión de perder el tiempo ni el gusto más allá de lo necesario y, en esa restricción controlada, van cayendo cosas que dejan de tener importancia o interés, momentos ya vividos que no aportan nada repetir, personas que restan y que por mucho que uno insista en rascar nunca van a sumar nada bueno, festejos impuestos que -bien pensando- tampoco son para tanto. De estos últimos hay muchos últimamente y como el calendario de fiestas español es tan corto ahora nos ha dado por importar otros tantos de fuera, halloween es un ejemplo y la imbecilidad mayúscula de algunos de celebrar el día de acción de gracias en España es de nota alta en el mundo de lo ridículo. Por aquello de fin y principio que al mismo tiempo tienen no son de consumo ni interés propio ni los fines de año, salvo el momento abrazos-besos-uvas, ni los cumpleaños, que te recuerdan que eres un año más viejo, tampoco en consecuencia los aniversarios por cuanto te exigen mirar atrás y recordar cómo eras hace dos o tres décadas, cuánto has vivido desde entonces, cómo, qué personas quedaron en el camino y, sobre todo, cuántos aniversarios más te tocará ver y/o celebrar. Al final son campanadas dentro del espacio-tiempo que marcan el paso del mismo y que te recuerdan, no lo olvides, que caminas recto hacia el inexorable final. Ese final democrático porque no hace distinciones, seas rico o pobre, listo o idiota. Seas un rico listo o un pobre idiota.
Viva Cádiz ha cumplido dos décadas, veinte años de resistencia de un periódico gratuito que refleja el carácter indomable de su empresa editora, ésta que soporta a quien suscribe, y fruto del cual ha logrado mantener en el mercado su papel pese a que muchas de las experiencias vividas en estos años por otras empresas editoras tocaron a su fin. La última -por desgracia-, La Voz de Cádiz, que emprendió junto a Viva Cádiz su caminar en la capital hace veinte años y que estos días ha abandonado el papel para fortalecerse en su espacio digital. No es fácil en estos tiempos vividos mantenerse en pie con periódicos gratuitos en un mercado publicitario alterado por las nuevas tecnologías, se logra gracias a ese carácter de quienes de la resiliencia hacen una forma de entender la vida y este negocio. Se logra desde el esfuerzo de las personas, que son el alma de las empresas, aquellas que se mantienen fieles a la idea. Mauricio Navascués, Paco Montero, Younes Nachett y Daniel Barea han estado al frente de la publicación en sus diferentes etapas y, junto a ellos, otros muchos han trabajado, colaborado, escrito u opinado en las diferentes facetas que hacen la vida de Cádiz, la social o cultural, la política, la deportiva o en ese carnaval relatado desde El Gallinero, aquel suplemento que naciera con Cádiz Información y en el que tantos ilustres del mundo del carnaval participaron.
Tres alcaldes en veinte años: Teófila Martínez, Kichi y el actual Bruno García para dos décadas en las que la capital, a la vista está, ha evolucionado y a ojo de dron se la distingue bastante más nítida que entonces y no solo por ese segundo puente que la pinta moderna sino por todo en conjunto. Veinte años no son nada, pero bien es cierto que pueden dar para mucho y pese a que la capital, por una cuestión meramente geográfica, pierda mecánicamente y año a año población, es la capital de los gaditanos y lo dice orgulloso uno que se siente más de Jerez que un metro de albero de la feria regado con dos copas de amontillado. Ser de Cádiz, provincia, es –para los que estamos leídos y mínimamente viajados- un lujo al alcance de pocos.
Hacer un periódico también es un lujo. Un pequeño vicio diario. Terminas cogiéndole gusto. No hay un día igual a otro. A veces distribuyes la actualidad, otras la marcas, siempre practicando el funambulismo sobre cuerda fija -con red o sin ella- entre el dato contrastado, no dejándote llevar por aquella máxima de que la realidad no estropee un buen titular, sabiendo que te debes al lector y controlando ese ego que te impulsa a sacar el tema, ser el primero, contarlo tú y, en estos tiempos, compitiendo con el click, las redes, la bazofia digital y los titulares trampa al estilo de “no adivinarías el tono de tez que ha cogido fulanita de tal tras su último blanqueamiento de ano…”. Cosas así. Quizás la saturación de basura nos esté llevando, o al menos es ilusionante pensarlo, a la búsqueda del relato serio, a comprarle información, que es prestarle atención, a la noticia firmada por el periodista fiable, por el articulista riguroso, por el periódico que pese a su funambulismo diario pretende informar con rigor porque cree en lo que hace. Viva Cádiz lo ha venido intentando a diario durante veinte años que ahora se cumplen y eso merece, como poco, una parada para saborear un sugus de los azules, que eran los mejores de la bolsa. Nunca entendí por qué no se vendían bolsas solo con ellos, cuando claramente eran los más sabrosos y había que comerse los otros colores.
Hay que prestar mucha atención a la manipulación, jamás la humanidad ha vivido siendo tan manipulada como hoy. Recibimos tanta información sin discreción por minuto y sin filtros que nuestra mente no es capaz de canalizarla y, en consecuencia, va moldeando su estado de opinión sobre un montón de cosas desde un –muy preocupante- elevado porcentaje manipulado. Y eso solo se salva desde el periodismo articulado sobre los engranajes del rigor, con sus tendencias, pero rigor.
Por los compañeros que durante estos veinte años aportaron sus granos de arena, sus ladrillos o muros, todos su trabajo, esfuerzo e interés, su lealtad, por quienes colaboraron con sus opiniones, por la empresa editora que no cejó en ese carácter indomable que la hace resistir y más cuando las circunstancias la intentan oprimir, por los leales colaboradores internos y externos que siempre nos dieron ánimos y consejos, por el apoyo de las empresas públicas y privadas que nos aportaron la gasolina para continuar, por los lectores que nos buscaron a diario confiados en consumir información rigurosa y por usted, amable lector, que confiado acude buscando… Con todos celebro con el placer del niño alcanzado tras aquellos primeros mordiscos del sugus azul que regaba el paladar de un sabor dulce y azucarado. Y que Viva ese placer muchos años más.
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