Un equipo de investigación de la Universidad de Almería (UAL) ha planteado el uso de un biofertilizante bacteriano, orgánico y enriquecido con microorganismos promotores del crecimiento de las plantas, para producir tomates más grandes y reducir los abonos tradicionales.
La aplicación de microorganismos, del tamaño de la punta de un cabello, promueven el crecimiento de las plantas, producen más frutos y estos son más grandes, lo que resulta además económicamente más valioso para los agricultores, dado que se alcanza hasta un 52 % más de valor monetario.
Los investigadores, según ha informado este jueves la Fundación Descubre, se han centrado en cuatro aspectos, el primero de ellos la producción de las tomateras, la cantidad de fruto resultante tras la aplicación del abono enriquecido con microorganismos.
También analizaron los cambios en los niveles de nutrientes (fósforo, potasio y nitrógeno) del suelo, hojas y frutos para comprobar los efectos de la enmienda orgánica en los mismos.
Además, revisaron el impacto económico de la aplicación de este tratamiento y, por último, determinaron cómo puede emplearse para reducir los fertilizantes convencionales hasta en un 20 %.
Tal y como han explicado un artículo publicado en Agronomy, el uso de microorganismos que promueven el desarrollo de los cultivos está ganando interés como técnica sostenible en la agricultura.
Esto se da especialmente en los sistemas intensivos donde el empleo de fertilizantes inorgánicos puede producir problemas ambientales, como la contaminación de acuíferos o la emisión de gases de efecto invernadero a la atmósfera.
Utilidad en invernaderos
Para demostrar la utilidad del 'bioestimulante', los científicos lo emplearon en una plantación de tomates de la variedad Rebelión, en un invernadero comercial de la cooperativa CASI.
El cultivo poseía un sistema de riego automático mediante el cual también se suministraba el biofertilizante enriquecido con bacterias de los tipos Azotobacter y Bacillus.
Estos microorganismos, facilitados por la empresa biotecnológica almeriense Nostoc Biotechnologies, se seleccionaron específicamente por su capacidad para fomentar el crecimiento vegetal.
En concreto, el producto que se empleó en los cultivos fue un concentrado de bacterias que se suministran en botes de un litro y que se introdujo en el sistema de irrigación, empleado también para aplicar el fertilizante tradicional.
"Concluimos que el tratamiento con reducción del 20 % del fertilizante tradicional y el bioestimulante aplicado cada 40 días era el mejor desde el punto de vista de la sostenibilidad ambiental, tanto para el desarrollo de las plantas como y desde el punto de vista económico para el agricultor", ha explicado el investigador de la UAL Raúl Ortega.
Los resultados mostraron que el suministro periódico del biofertilizante enriquecido con bacterias aumentó el rendimiento de la cosecha entre un 20 y un 32 %, y favoreció el desarrollo de frutos de mayor tamaño, que se venden más caros en el mercado.
El agricultor, dueño de la parcela donde se hizo el experimento, reportó que los ingresos de la venta de la producción se incrementaron entre un 32 y un 52 %.
En próximas investigaciones, los expertos quieren comprobar si al aplicar esta enmienda orgánica el tomate también incrementa compuestos químicos como los antioxidantes, que tienen propiedades antienvejecimiento y que pueden emplearse en la industria agroalimentaria.
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