A Manolo Simón le brillan los ojos cuando habla de su nuevo trabajo discográfico. Ha buceado en el mundo de la soleá para recoger distintos estilos, grabados en 16 cantes. No todos son diferentes, dice que “algunos se repiten”, pero sin duda este nuevo proyecto ha supuesto “un gran esfuerzo y muchas horas de estudio” al cantaor que suma con
éste su decimoséptimo disco en su palmarés. En algunas publicaciones anteriores ha recorrido otros estilos de forma profunda como el fandango, bajo el título
Plaza de los Herradores, y ha dejado grabado la mayoría de variantes de los distintos cantes de Cádiz, Málaga y Huelva.
Está claro que estamos ante un cantaor que puede presumir, además de buen artista, de ser un gran aficionado, como así lo reconocieron algunos como Lorenzo Gálvez Ripoll o Mateo Soleá en una tarde que se encontraron en el antiguo Bar Gitanería de Santiago. “No quiere decir que lo sepa todo, lo que me gusta es el cante”, reconoce Manolo, que ha grabado este disco en los estudios de David Lagos y ha contado con la guitarra de Pascual de Lorca. El guitarrista comenta para este medio que “Manolo es muy inquieto, se interesa por conocer los estilos y hace que el resto aprendamos”, recordando Pascual aquella vez que le tocó a Miguel Vargas “y comenzó a cantar farruca y garrotín, y no me cogió de sorpresa porque ya lo había tocado con Manolo”.
En
De Caña y Barro, así se titula este disco, Manolo ha grabado la soleá apolá, la soleá petenera, la de
Frijones o alfarera, se ha acordado de la del Chozas, a quien conoció personalmente en “el mataero”, la del Mellizo, y otros estilos de Alcalá o de Jerez. La mayoría de las letras son populares aunque no hay que pasar por alto que alguna de ellas son escritas por él mismo.
La idea de la línea que tomó el disco partió del propio David, que animó a Manolo a que pudiera centrarse solamente en la soleá, “nos metimos en el estudio y hemos ido grabando según hemos podido. Lo que ha quedado es lo que hemos querido que quede, lo que no lo hemos quitado. A mí me da más jindama el directo, pero el estudio te permite tomarte tu copita, tu tapita… y poco a poco”, comenta. Continúa afirmando que “estoy con el resultado aunque siempre se puede hacer mejor, eso está claro”.
“Es un disco para el aficionado”, dice Manolo, y “tienen que escuchar a los que llevamos tiempo en esto como yo escuché a Terremoto, Borrico, Sernita, El Mono, Agujetas, Chocolate…”. Como mencionábamos anteriormente, Ripoll, considerado uno de los grandes del cante de Jerez, que “no he conocido a un aficionado como Manolo”.
Es una lección tras otra la que este cantaor, con una cantidad de primeros premios apabullantes (al menos cien), nos ofrece en la conversación que mantenemos para el espacio
Alianda. “No soy un sabeor, es que el cante es lo que me gusta”, dice una y otra vez, con esa capacidad de mostrar con pocas palabras el compromiso con esta cultura que para él es altamente delicada y admirable. El jerezano ha demostrado una vez más estar capacitado para l
legar al tuétano del árbol genealógico del cante, esta vez en el fascinante mundo de la soleá.