Alcalá la Real

Las huellas de la sequía se mantienen en los cursos de agua del término de Alcalá

Cauces como el del arroyo Palancares, en Villalobos, se mantienen completamente secos, y otros, como el del Guadalcotón, apenas ofrecen corrientes someras

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  • Puente sobre el arroyo Palancares, en Villalobos. -

Dice un viejo refrán castellano que “la primera lluvia es para la tierra, y la segunda para la siembra”. El interminable verano del pasado año hizo más cierto que nunca este principio. Las escasas lluvias de octubre y los entre 35 y 40 litros caídos en noviembre, fueron bebidos con ansia por las capas superficiales del terreno, sin que apenas se notara la diferencia. Otra cosa fue la llegada de diciembre, un mes que, con sus más de 100 l/m2 en Alcalá la Real, vino a compensar el enorme déficit hídrico de la zona. Llovía, por tanto, para los cultivos, para la paulatina recuperación del olivar que, en muchos casos, y en ciertas zonas, se encontraba amarilleando y viendo comprometida su supervivencia de cara a la próxima cosecha.

Sin embargo, la situación dista mucho de ser buena. No hay más que darse una vuelta por el término municipal para comprender que la normalización está aún lejos y que debe aún llover mucho para que las capas freáticas, los acuíferos, se recuperen y los pantanos alcancen niveles por encima de la alarmante situación que siguen presentando. No hay que olvidar que, a nivel andaluz, a día de hoy ni siquiera se ha llegado al 30% de las reservas.

Curso seco del arroyo Palancares.


La primera consecuencia de ello es el aspecto que, a finales de este mes de enero, siguen presentando los principales cursos de agua que atraviesan el término municipal alcalaíno. Buena muestra de ello es el aspecto que ofrece el arroyo Palancares, una de las principales vías fluviales que discurren por la vertiente sur del municipio. Su gran cauce completamente seco muestra a las claras la realidad hídrica que a día de hoy se mantiene. El robusto puente de dos ojos, construido para sortear la generosa corriente que ha acostumbrado a llevar, aparece ahora como una exageración casi grotesca y sin sentido. El lecho seco ni siquiera revela rastro de humedad, lo mismo que ocurre con su afluente, el Gatunar.

Algo más recuperados se encuentran otros cursos fluviales, como el Guadalcotón. Sin embargo, la corriente es somera y apenas supone una lámina de agua silenciosa que avanza mansamente hacia los terrenos más bajos de Castillo de Locubín. Pese a los 45 litros caídos durante este mes de enero, la lluvia se sigue esperando, nunca mejor dicho, como agua de mayo. Todo se fía ahora a unos próximos meses lluviosos que vengan, al menos, a mitigar esta preocupante situación.

 

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