La verdad, aunque duela, es que si El Portil estuviese enclavado en la Costa Brava, o en la Costa del Sol, por poner sendos ejemplos, lo que está sucediendo desde hace muchos años en un paradisiaco enclave de la todavía un tanto desconocida Costa de la Luz, que dicho sea de paso es un término que no parece haber cuajado mucho por aquí y que el renovado Patronato Provincial de Turismo puede poner en órbita con nuevos aires de progreso y realismo, no sería en estos momentos algo más que simple motivo de preocupación. Sí, porque volviendo a la verdad, lo de El Portil -alusiones aparte-merecen la casi vecina La Antilla-Islantilla y Matalascañas, enclaves algunos como Centros de Interés Turístico Nacional (CITN) y que, sin más, me lleva al grano. Yo estoy seguro de que el intrépido David Toscano habrá tomado cartas en el asunto y que en cualquier momento puede sorprendernos con unas acciones que Huelva clama desde -repito e insisto- hace ya pero que muchos años.
Sí, me atrevo a preguntar qué hace Madrid -bueno, y de paso Sevilla, que a veces se sitúa donde no la llaman- en un asunto que encaja perfectamente en sus competencias al tener la responsabilidad de velar por el progreso y la consiguiente seguridad de una costa que no puede estar peor representada en Huelva por un Servicio de Costa -no sé la denominación exacta- que, eso sí, anda pero que muy ‘tiquis miquis’ con los chiringuitos que, digan lo que digan, son abanderados de uno de los atractivos de esas playas hermanas geográficamente hablando y que, dicen las malas lenguas, no ven con buenos ojos que tirando un puente sobre el Guadalquivir, uniéndose Huelva y Cádiz al compartir esa Costa de la Luz un tanto inédita, podrían compartir atractivos, tal vez más sofisticados, como la naturaleza y la alternativa que, en el caso de Huelva, supone tener la alternativa de una Sierra de Aracena y Picos de Aroche, que ilusionan a cualquiera.
Sí, las cosas así, insisto, vamos al grano porque los últimos episodios cernidos sobre El Portil -y ya veremos en qué termina la cosa a partir de ahora como es de suponer- son como para que ese Servicio de Costas dé un poco la cara y, aparte de sacar del cajón el expediente o proyecto de ese espigón pendiente de construir desde el verano pasado en La Antilla e Islantilla -ojo al dato- se ponga ya sobre la mesa y, antes del verano -ya, si es posible- la draga empiece a calmar los ánimos y, de paso, se ponga en marcha un mecanismo por el que se viene clamando -yo, en ABC de Sevilla- desde hace 50 años, desde aquel encuentro que tuvimos en La Antilla con el entonces experto en materia de erosión marítima como es -creo que vive todavía- Suárez Bores, un catalán que ha dejado su impronta no solo en la Costa Brava.
Sí, también en otros lugares a lo largo del Mediterráneo, y de un peligro y un grave daño, han dejado la huella de numerosos puertos deportivos que -¿por qué no?- podrían aparecer al amparo de esos espigones por los que llegó a apostar para resolver el ya entonces grave problema de la erosión costera. Sí, espigones que desde entonces solo han sido por obra y gracia de ese organismo costero al que no tengo más remedio que referirme, aportes de arena en plan de parcheos ya que con el paso de los años esas inocentes aportaciones de lo que el mar se iba llevando solo han servido para ilusiones y apaños temporales y cuyos resultados a la vista están con lo que no sucede precisamente por primera vez en El Portil, sí, todo un Centro de Interés Turístico Nacional que ahora mismo no sé si aparece en las guías turósticas como punto de destino y/o referencia.
Yo creo que cada vez se hace más necesario que Huelva se eche a la calle y no que el clamor de la calle sea un sin acabar entre los ciudadanos y las dos administraciones que tienen la gran responsabilidad de darnos bienestar y, al menos, los medios y recursos necesarios para que ya, antes de que llegue el verano, los bañistas jueguen con los peces y crustáceos que aparecen en los montones de arenas que la draga va dejando en la playa, ya -repito- de La Antilla-Islantilla, por aquello de que todo, aparentemente, estaba amarrado para actuar, y, sin más preámbulos en El Portil y Matalascañas, con las prioridades que correspondan, pero ya, sin más pausas y para dar respuesta a la urgencia y gravedad del asunto, anunciarlo a bombo platillo, y al menos en ruedas de prensa que servirían para recordar a Madrid y a Sevilla que se trata de Centros de Interés Turístico Nacional y no solo para aparecer así, por puro prestigio, en las guías turísticas. ¡Más arena, ya, por favor!
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