La verdad es que me cuesta asumir esta expresión en un apretado e improvisado análisis acerca del mundo en el que se desenvuelven todas aquellas personas afectadas por un determinado grado de discapacidad, trabajen o no puedan, unas veces porque no pueden y otras, yo creo que las menos, que tienen un trabajo a base de Salario Mínimo Interprofesional. Me da cierto reparo consignar la cifra, aunque sí resalte la voluntad del Gobierno de ir revalorizando las cuantías de forma periódica y progresiva. Las cosas así, aunque estemos o hayamos estado o vayamos a estar pronto en otro periodo electoral, me encuentro con algo más que insólito, propio de una oportunísima circunstancia como son las paradójicas elecciones que nos suelen o no están tocando vivir.
A todo esto, ¿qué dice mi fiel amigo y lector y/o personas que se sienten afectadas y/o aludidas por estas consideraciones de una persona que a los dos años olvidó la forma de andar y setenta y tantos años después, por una simple caída y, a consecuencia de la misma, salvo la secuela de la poliomielitis, lucha por mantener la verticalidad en medio de la incertidumbre de no poder hacerlo cuando a raíz del accidente se le recomendó reposo, mucho reposo y, casi un año después no encuentra el camino idóneo o más lógico para alcanzar esa anhelada verticalidad y, por supuesto, una relativa autonomía sin tener que utilizar sillas eléctricas y/o scooters? Eso sí, el mejor alivio para una añorada ¿normalidad?
La verdad ante todo -repito e insisto- que me mueve a estas reflexiones y/o consideraciones es la aparente generosidad del Gobierno de lanzar al aire promesas de diversa índole: más de 13.000 millones de euros. ¡Ni que estuviésemos en vísperas de los Reyes Magos! A la contra, y políticamente incorrecto, como suele decirse, cuando este alarde gubernamental en vísperas de elecciones, desde Moncloa se hace alarde de tal millonada y desde Bruselas -¡uy, qué miedo!- advierten sobre la necesidad de contener el gasto público. No voy a entrar en más detalles para no restar espacio al eje de mi modesta proclama. Las personas con discapacidad parecen haber entrado en el paquete, pero por separado, a la vista de una mágica fórmula -gracias de todas formas- que les permitirá acceder al retiro anticipado con cinco años de cotización en vez de 15 como ahora. La fórmula es mixta, y ahí queda, pero lo que me parece temerario es que, por ejemplo, una persona con 23 años de trabajo en un Centro Especial de Empleo -por ejemplo - pueda marcharse con la parte que le corresponda en base al SMI y en medio de un horizonte en el que pueda hacer algún que otro pinito: viajar, por ejemplo o acudir a residencias de descanso -o, eso sí, acudir al cine- bueno, eso para los mayores de 65 años. Y pare usted de contar…
La generosidad del gobierno debería suprimir el IVA en la adquisición de aparatos -scooter, un tiempo ¡gratis¡ (¿) y ahora con gravámenes que alcanzan el 21%, además de otros enseres que –insisto- deberían considerarse medicinas y, consiguientemente, beneficiarse de una bonificación que aliviaría los a veces elevados costes de aparatos esenciales para siquiera poder caminar. Sí, y llegamos, sin entrar en demasiados detalles, en generosidad aflorada para aliviar la adquisición de viviendas a los jóvenes. La persona con discapacidad debería tener igual o mejor tratamiento que el joven de marras en cuanto a acceso a la vivienda, aparte -ojo al dato- obligación de en las promociones de viviendas instalar ascensores que no sean cajillones para el acceso a sillas de ruedas voluminosas y/o eléctricas y/o scooters, y no me digan: ¡Hombre, para qué se ha comprado usted un aparato tan grande! Sí, sí, sí, dicho y oído en un centro de salud por alguien (¿) que como dijo un presidente del Consejo de Estado, este problema y hándicap de la silla de ruedas no existiría si en el Gobierno hubiese cinco ministros como yo! La cosa no puede estar más clara porque sospecho que tampoco se cumple una Ley (¿) que obligaba a reservar al menos una vivienda adaptada para personas con discapacidad -con la oportuna subvención como a los jóvenes- , obligatoriamente en las Viviendas de Protección Oficial y con algún incentivo más en las privadas. A todo esto, seguro que más tarde o más temprano vamos a pagar nosotros este regalo electoral y/o de Reyes. ¿Un Estado del Bienestar? ¡Qué bonita frase aquella del puedo prometer y prometo ante la Biblia o la Constitución…?
Envía tu noticia a: participa@andaluciainformacion.es