Por circunstancias que no vienen al caso, despedí 2023 en Sevilla junto a tres búlgaros, una escocesa, un suizo y un francés, además de mi hermana. Aunque suene a uno de esos clásicos chistes de extranjeros, que bien podría haber contado el malogrado Arévalo, la realidad fue que juntos -sin conocernos- compartimos cena, cotillón y hasta las uvas a la ribera del río Guadalquivir. Aquello parecía el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas pero mejor avenidos.
De los innumerables temas que sobrevolaron por aquella mesa redonda, surgió el inevitable. Cuando, gracias a los caldos, ya cogimos algo de confianza, Rachel, que así se llama la mujer originaria del país de las Highlands, hizo la pregunta que muchos foráneos y nativos se formulan: ¿por qué tanta crispación en la política española? A ver cómo le explicas en inglés a una escocesa qué es lo que está ocurriendo en la cosa pública de nuestro terruño cuando ya resulta complicado explicarlo en español a un lugareño.
La sensación que tengo al inicio de 2024 -y fue lo que traté de explicar- es que esto se nos está yendo un poco de las manos, pero tanto en el ámbito nacional como en el internacional. Como se dice ahora, la sociedad española no está polarizada, está lo siguiente; y nadie trata de apaciguar los ánimos sino rentabilizar políticamente las barbaridades y ocurrencias del adversario. Lo vemos en los medios de comunicación tradicionales, también en las redes sociales y toda esa crispación se está trasladando a las barras de las cantinas (no hay mejor lugar para tomarle el pulso a la temperatura de la sociedad).
En el ámbito supranacional, ni les cuento. Una guerra se sabe cómo empieza, pero no cómo acaba. La escalada del genocidio israelí en Gaza, provocado por los ataques terroristas de Hamas del 7 de octubre, ya es un hecho. También se está yendo de las manos de la comunidad internacional. La violación israelí de la soberanía de países como Líbano, donde ha asesinado al número 2 de Hamas; el doble atentado del Daesh con más de cien muertos en Irán o la acción de los rebeldes hutíes contra el tráfico marítimo comercial en Yemen son muescas en la escalada de un conflicto que supera el perímetro regional. Sin olvidar, la eclipsada guerra en Ucrania. 2024 despunta, por tanto, con el desasosiego propio del neonato pasmado.
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