Más vale vecino cercano que hermano lejano. Lo dice un proverbio al que parece haberse aferrado con fuerza el Gobierno español tras considerar que la propuesta marroquí de autonomía para el Sáhara es la solución “más seria, realista y creíble” de las posibles.
La Reunión de Alto Nivel (RAN), celebrada en Rabat, ha llevado hasta el país magrebí al presidente del Gobierno español y once de sus ministros para firmar decenas de acuerdos, que han quedado eclipsados por la ausencia de Mohamed VI, quien ha preferido prolongar su temporada de vacaciones en Gabón antes que acudir a la cumbre para mantener un encuentro con Pedro Sánchez. Una llamada, de una media hora de duración, y una invitación del monarca alauí para que el jefe del Ejecutivo español visite oficialmente el país fue la forma en la que la Casa Real intentó atemperar la desconsideración hacia el mandatario de un país vecino que, en marzo del año pasado, decidió saltarse una de las líneas rojas de la Diplomacia española para cerrar la crisis diplomática desatada por la acogida del líder del Frente Polisario, Brahim Gali.
La gran duda es si la realpolitik o el pragmatismo, demostrado hasta ahora por el Gobierno español, es suficiente para que las relaciones con el país magrebí sean honestas, leales y constructivas. La historia contemporánea recuerda que Marruecos es insaciable en cuanto a sus reivindicaciones territoriales, es decir, Sáhara Occidental y ciudades autónomas. Hasta marzo del año pasado, todo el empuje diplomático estaba en los territorios del sur, como así denomina Marruecos al Sáhara Occidental. Una vez solventado este contencioso, es probable que la presión se centre en Ceuta y Melilla. No ahora, no en este momento, no con este Gobierno; pero Marruecos no ha dado garantía ni verbal ni mucho menos escrita por la que se comprometa a detener su reivindicación sobre Ceuta y Melilla pese a las palabras de Sánchez sobre evitar ofensas que afecten a la soberanía de ambos países.
Llegará el momento y el Ejecutivo español, sea quien fuere el inquilino de la Moncloa, deberá estar preparado. La cumbre ha dado nuevos pasos para la cooperación entre ambos pueblos cuya convivencia es ejemplar desde todos los puntos de vista. Reforzar esa colaboración pero sin bajar la guardia parece la fórmula más recomendable en estos momentos.
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