Fue de las galeristas más influyentes de la capital de España a finales del XX. Por motivos familiares regresó a su Jerez natal, pero mantiene contacto con los mejores artistas contemporáneos.
La cocina es su otra gran pasión. Su mejor recuerdo de la infancia, las patatas fritas con tomate que hacía su madre. Pero también las primera vez que probó de niña unos spaghetti, en Francia donde destinaron a su padre.
Nos hemos sentado con ella a mesa y mantel en Amarola, el penúltimo proyecto gastronómico en Puerto Sherry del gaditano Álex Alcántara, el chef que dio de cenar a Obama en su restaurante El Bache, en Sevilla.
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